9 de abril, 2022
11:38 a.m.
(3 horas después de hallar el cuerpo de Natalia Castro)
Sara
Solo he estado dos veces en la comisaría del Valle.
La primera fue culpa de mi padre por saltarse una señal de Stop, mientras me llevaba a la escuela, y conducir a una velocidad poco adecuada, teniendo en cuenta que llevaba a una niña de diez años, en el asiento del copiloto.
Recuerdo su expresión indignada, cuando el joven policía de turno, pidió sus papeles y al negarse, le ordenó abandonar el vehículo. Jamás olvidé la rabia que transmitía su mirada, ni cómo juró acabar con la carrera del muchacho. Tampoco la manera en que gritó que era mi culpa por tardar demasiado, ni cómo impidió que tomara su mano.
Recuerdo haberlo seguido con la vista fija en el suelo, que guardaba un gran parecido con un tablero de ajedrez, y haber jugado a pisar solo las baldosas blancas, mientras esperaba a que papá saliera de la oficina del comisario Segura. No recuerdo haber vuelto a ver a aquel joven policía.
Esta es la segunda vez.
Mis ojos se desvían hacia el desgastado tablero de ajedrez, las baldosas negras ahora lucen como simples manchas grises sobre el suelo. Supongo que el alcalde está demasiado ocupado con sus propios asuntos, como para notar que este lugar necesita una remodelación.
Centro mi atención en la mesa de uno de los oficiales, que ni siquiera me nota, pues teclea con rapidez en su computadora. Una fotografía es el único objeto personal que descansa en el escritorio, me pregunto si se trata de su familia o tal vez de alguna mascota.
Es apenas un segundo, un pequeño instante, en que su rostro aparece en mi mente y tengo que hacer un gran esfuerzo por contener las lágrimas, que amenazan con salir y terminar con la falsa fachada de tranquilidad, que me he esforzado en mantener. Trato de concentrarme en otra cosa.
El chico que se las arregla para sostener cuatro tazas de café o la joven que acaba de ser reprendida, cuyo maquillaje resulta excesivo para trabajar en un lugar como este. Ella lo hubiera notado y estoy segura que hubiera tenido algo que decir al respecto, solía criticar ese tipo de cosas. Natalia no era perfecta, pero era todo lo que tenía. Natalia.
Mi corazón se acelera y mis manos empiezan a sudar, no es hasta que siento una pequeña molestia en la palma derecha, que noto que he estado apretando los puños todo este tiempo. No creo que pueda aguantar más. Entonces la puerta que tengo delante, se abre.
Charlie se ve devastado, casi tanto como yo. Camina sin levantar la vista, seguido por José Segura, quien además de la incipiente calvicie y el abultado abdomen, parece no haber cambiado mucho.
—Sara —Creo que es mi turno de pasar al interior de su despacho, y aunque mi cerebro envía todas las señales a mi cuerpo, no consigo hacerlo.
—Hey —Charlie trata de sonreír, pero no lo logra y en su lugar esboza una extraña mueca.
Asiento y hago un gran esfuerzo por simular que no estoy a punto de romperme.
Sigo al comisario hacia el interior, no sin antes echar un rápido vistazo a las personas que ocupan los asientos contiguos al mío y que ahora acompañan a Charlie. Aún vestidos con sus uniformes, 3 hombres y una mujer, todos empleados de los Romero, mantienen la misma expresión en sus rostros, como si siguieran sin creer lo sucedido y lo entiendo, no he dejado de sentirme así desde esta mañana.
Una hora antes...
La cocina se llena de policías que nos piden abandonar el lugar y aguardar en el salón, mientras se encargan de inspeccionar la escena.
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Yo no lo hice
Mistério / SuspenseSara lleva mucho tiempo sin pisar el pueblo donde creció y del que tuvo que huir siendo solo una adolescente. Finalmente, se verá arrastrada de vuelta al "Valle", gracias al destino y a su terca mejor amiga, para asistir a la que promete ser la bod...