Capítulo 4

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Josefina miró las hojas, sus ojos se abrieron aún más y levantó la cabeza hacia mí.

—Me faltó una —dije.

Las mejillas de Josefina se sonrojaron ligeramente, giró el lápiz entre sus dedos. La ecuación que estaba resolviendo quedó en segundo plano por un momento.

—Yo no hice nada, todavía.

Me senté en mi lugar, satisfecha de que todo iba acorde a lo que había planeado.

—Podemos hacerlo juntas después de clase.

Josefina lo pensó, al menos por cinco segundos. Mi alma comenzó a sonreír, hasta que sacudió la cabeza.

—No —dijo, tomando las hojas de mi trabajo—. Hoy empiezo. Voy a revisar tu trabajo y cuando termine, podés seguir.

Tendría que haber hecho la última pregunta.

Tendría que haber hecho la última pregunta

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Matías no me había ido a buscar al salón. Supe la razón cuando salí hasta el exterior, junto al estacionamiento de bicicletas lo encontré con sus amigos. Al menos eso pensé, hasta darme cuenta que sus amigos eran mucho más altos que él.

Estaba Julián, el hermano menor de Julián y el Jugador Olímpico.

—¿Ya estás? —pregunté al acercarme, no tenía ganas de que me dirigieran la palabra. Quería llegar a casa, ir a mi habitación y resolver la maldita pregunta que había arruinado todo mi plan.

—Vamos a ir a tomar algo.

—¿Eh? —Miré a Julián, porque a pesar de no conocerlo, sabía bien que lo que fuera que estaba pasando, era su culpa.

—Vamos al Rinconcito.

Cerré los ojos, apretando los labios. No solamente habían hecho planes sin mí, sino que era la clase de plan al que debía ir.

—¿Al Rinconcito? —pregunté entre dientes.

Matías asintió, en su rostro vi la misma sonrisa que Alana hacía cada vez que iba un paso adelante.

Tanto Julián como su hermano y el Jugador Olímpico esperaban mi respuesta.

—¿Todos?

Matías asintió.

Miré el cielo grisáceo, las nubes manchaban el panorama. Tomé aire. ¿Cómo podía rechazar una invitación al Rinconcito?

—Está bien.

Matías salió corriendo con el hermano de Julián a la par. Julián y el Jugador Olímpico me miraron.

—¿Vos también sos hermano de ellos? —le pregunté.

El Jugador Olímpico rió, levantando las manos mientras comenzábamos a caminar.

—Por suerte, no.

—¿De verdad no sabías quién era? —preguntó Julián.

Mi propósito en esta vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora