Capítulo 15

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En el día de mi cumpleaños, Josefina faltó al colegio.

—No te preocupes —dijo Santiago.

Estábamos sentados en el banco del patio exterior a pesar del frío. Éramos de los pocos valientes que habíamos elegido ese espacio para reunirnos. No estaba segura de la razón, tal vez quería tener una mirada directa a la entrada del colegio por si Josefina aparecía, o simplemente deseaba pasar tiempo a solas con Santiago desde que habíamos ido al cine Bristol. Me inclinaba más por la primera razón, porque la segunda me hacía sentir culpable.

—No puedo —susurré, escondiendo la boca detrás de la bufanda del colegio.

Santiago apoyó su mano en mi pierna, en un gesto de apoyo. Todos mis sentidos se encendieron.

—Es tu cumpleaños —murmuró, inclinándose a mi lado—. No me gusta verte así. Ya va a aparecer. Seguro está estudiando.

Tomé aire, sin responder. Temía que, de hacerlo, mi voz sonara débil.

Las clases culminaron sin la presencia de Josefina. Guardé mis cosas en la mochila con lentitud. No quería volver a mi casa.

—Moira.

Levanté la mirada a Santiago. Su mochila colgaba de un hombro, sostenía la tira con ambas manos. Apretó sus labios antes de hablar:

—¿Vamos a tomar algo?

Sonreí automáticamente; parecía que sus palabras causaban en mí acciones involuntarias.

—Al Rinconcito.

Santiago asintió, tratando de ocultar una sonrisa.

Le señalé con la cabeza que saliéramos juntos del salón y así lo hicimos. Del otro lado, me esperaba Matías.

—Volvé a casa solo hoy.

—Pero...

—Es mi cumpleaños.

Matías puso los ojos en blanco, y desapareció sin más pretextos. Supuse que iría en busca del hermano de Julián, para volver juntos a casa y hacer los deberes.

Llegamos a las rejas sin decir palabra alguna, cómodos en el silencio.

Me detuve en seco cuando unos brazos me envolvieron.

—¡Feliz cumpleaños!

Tuve que repetir varias veces aquellas palabras en mi mente, porque no podía creerlo. Y hasta que Josefina no se separó y mis ojos tuvieron una visión completa de su rostro sonriente, mi cerebro no aceptó que era real.

—Feliz cumpleaños.

—¿Qué hacés acá?

—Es tu cumpleaños. ¿Pensaste que no iba a venir?

Era la primera vez que la veía sonreír de tal manera: mostraba sus dientes, sus ojos marrones pequeños y hasta unos hoyuelos se asomaban. Sería incorrecto decir que se veía más joven, porque apenas teníamos diecisiete años, pero su aura se mostraba mucho más juvenil.

—Te dije que iba a venir. —Tenía puesta una campera amarilla, se asomaba el cuello de una polera con colores arcoiris—. ¿Estás ocupada ahora?

Miré a Santiago. Él comprendió al instante, y no le molestaba.

—Nos vemos después.

Josefina asintió, dándose cuenta que dichos planes lo involucraban a Santiago.

—Vamos al Rinconcito —le dijo—. Para que pases después.

Me tomó del brazo, más que de manera amistosa, era para hacerme reaccionar. Si no hubiera sido por ese gesto, hubiéramos pasado horas reunidos en las afueras del colegio. Aún así, llegamos al Rinconcito tomadas del brazo y nos sentamos en una mesa junto a un póster de Coca-Cola.

Mi propósito en esta vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora