Me llamaron del restaurante un par de días después, estaba contratado, empezaría en septiembre. Quedaban solo tres semanas para que Andrés volviera y yo empezase a trabajar, aunque ahora no me apetecía vivir allí, no me quedaba otra.
Mi madre se alegró mucho cuando se lo conté, aunque me dijo que echaría de menos tenerme por allí, y yo le prometí ir a visitarla siempre que tuviera un hueco.
Álvaro había estado llamándome a todas horas desde lo de la fiesta. Solo había pasado dos días sin él y sentía que me faltaba el aire, pero verle con otra chica me había roto por dentro.
Álvaro: Tengo que decirte algo, por favor, abre la puerta.
Blas: Lárgate.
Álvaro: No. Pienso quedarme aquí hasta que quieras hablar conmigo.
Sonó el timbre varias veces seguidas. Lo ignoré. Comí, dormí una pequeña siesta y al despertarme me dirigí a la puerta para comprobar si Álvaro seguí allí.
Y así era, lo vi tirado en el suelo, con los ojos hinchados y el teléfono en la mano. Decidí abrir la puerta de una vez.
-Tienes un minuto. –Dije al abrir sin mirarle a la cara.
-Soy un gilipollas. –Se puso de pie y me obligó a mirarle a la vez que agarraba mis manos. –Lo siento. Fui muy egoísta, te pedí que fueras solo para mí y yo... Lo siento, de verdad que lo siento. –Vi cómo las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. –Pero, Blas, yo... Te quiero.
Le besé sin pensármelo dos veces y noté su sonrisa mientras nuestros labios estaban unidos. Había dicho que me quería.
-¿Puedo pasar? –Susurró en mis labios.
Asentí y le agarré de la mano hasta tenerle sentado en el sofá.
-Me di cuenta esa noche. Estaba borracho, maldita sea, borracho y caliente. No pude evitarlo, necesitaba sentir tus besos y me los habías negado. Estaba realmente celoso de Carlos. –Se sonrojó un poco, a lo que yo sonreí. –Y entonces al escuchar tu voz reaccioné. Sentí que te perdía y todo mi mundo se vino abajo en un momento...
Todo mi ser temblaba al escucharle hablar. De verdad tenía sentimientos por mí, creo que no podía ser más feliz.
-Te quiero. –Sonreí mirándole a los ojos. –Te quiero tanto.
Pasamos toda la tarde en mi sofá, pegados, a pesar del agobiante calor de Madrid, a pesar de que no sacaba a un Carlos destrozado de mi cabeza, a pesar de todo, solo me importaba tenerle allí conmigo.
Nos regalamos todas las caricias y besos del mundo en una tarde, pero sentía que esa solo era la primera de muchas.
-Estoy impaciente por que comience nuestra vida juntos. –Susurró Álvaro en mi oído.
-Yo también, no sabes cuánto. Además... Tengo una buena noticia.
-¿Sí? –Me miró mientras acariciaba mi pelo. –Cuéntame.
-He encontrado trabajo. –Respondí triunfal.
Le conté a Álvaro todos los detalles sobre mi nuevo trabajo como camarero y se alegró tanto o más que yo. Me contagiaba toda su felicidad e ilusión solo con sonreír.
-Ahora tenemos que hablar de Carlos. –Murmuré, no quería romper ese momento, pero era necesario. –Siento que le estoy fallando.
-Lo sé bebé, pero ni puedo ni quiero luchar contra todo lo que siento por ti... -Álvaro agarró mi mano. –Quiero poder disfrutar esto plenamente contigo.
-Yo también. Pero para mí la amistad es algo muy importante... -Agaché la cabeza.
-Se nos ocurrirá algo, estoy seguro. –Besó mi frente y me acurrucó en su pecho.
-Álvaro... -Cerré los ojos. –Dímelo otra vez.
-Te quiero, Blas. Te quiero. Te quiero. Te quiero.
-Suena tan bien... -Suspiré y sonreí mientras escuchaba latir su corazón.
-No dejaré de repetirlo jamás, te lo prometo.
-Prometer es algo muy serio...
-Lo sé, tranquilo.
Sonreír y me quedé un rato más allí, en su pecho, escuchando los latidos de su corazón. Pasamos la noche juntos, haciendo el amor como si fuera la primera vez, con pausa, descubriéndonos, como si cada caricia y cada beso fueran un mundo nuevo. Al fin y al cabo hicimos eso, el amor.
Dormir con Álvaro era algo a lo que podría acostumbrarme fácilmente. Verle allí, junto a mí, nada más despertar me parecía una de las mejores cosas del mundo. De nuevo sentía tanta felicidad que ni siquiera podía dormir.
Los días siguientes fueron prácticamente perfectos. No nos separábamos para nada. Hasta que llegó el fin de semana y volvió a surgir el problema de siempre, fiesta en casa de David.
Me apetecía verles, pero no quería tener que estar fingiendo, quería poder besar a Álvaro delante de todos. Pero sobre todo, quería el apoyo de Carlos en todo esto.
-¿Cómo estás? –Llamé a Carlos antes de la fiesta. -¿Vienes esta noche?
-No... He vuelto unos días con mi madre. Estoy bastante mejor. Solo necesito poner tierra de por medio.
-¿Seguro? Eso está genial. –Sonreí al escuchar su voz más animada.
-Sí, solo que no sé cuándo volveré. No quiero perder el contacto contigo, has sido un gran apoyo.
Me sentí fatal al escuchar eso, pero ya no podía hacer nada.
-No vamos a perder nada... He encontrado un trabajo, me quedo en Madrid.
-¿En serio? ¡Eso es genial! Nos vemos cuando vuelva. ¡Espérame!
-Lo haré. –Reí.
Colgamos y me metí en la ducha. Salí al escuchar el timbre y unos golpes en la puerta como si fuera a venirse abajo.
-¿Tantas ganas tenías de verme? –Dije al ver a Álvaro.
-Estaba preocupado, no me abrías. –Se lanzó a mis labios, besándome con ansia.
-Estaba en la ducha.
-¿Sin mí? –Sonrió y mordió mi labio inferior.
-Contigo no quiero ducharme...
Metí mi mano por debajo de su camiseta, acariciando su espalda mientras nos besábamos sin parar. Se nos hacía tarde, así que terminé de vestirme mientras Álvaro me esperaba en el salón. Cuando salí me miró de arriba abajo. Sentí cómo me desnudaba con la mirada.
-¿Nos vamos? –Pregunté chasqueando los dedos.
-¿Es necesario?
-Sí. Quiero contárselo a los chicos. Carlos está con su madre...
-Yo también, me muero de ganas de que todos sepan que tengo al mejor novio del mundo.
Incluso yo mismo podía ver el brillo que irradiaban mis ojos al escuchar sus palabras. Sin duda estaba perdidamente enamorado de Álvaro, y mi sentimiento no dejaba de crecer. Y tampoco quería frenarlo.
ESTÁS LEYENDO
The most beautiful coincidence. ||Blálvaro||
Hayran Kurgu"A pesar de todo, sus brazos eran el único sitio del mundo donde me apetecía estar, allí la vida era maravillosa. "