Capítulo 11

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Al día siguiente. 

El tiempo pasaba en vano para la policía y la autoridad gubernamental. 

—¿Cómo sabemos que no se trata de un plan bien elaborado? —ahora la cuestionan a ella. 

—Simplemente no lo es —responde con cansancio. 

—No tiene sentido por qué decidió ayudarla. ¿Por qué lo hizo entonces? 

—Rivalidad. 

—¿Rivalidad con quién? 

—Con Pitri, es obvio. Nos encontramos, arruiné sus planes, me compadecí de ella al verla y la ayudé. ¿Qué tiene de complejo aquello?

Todos en la habitación nos miraban con incredulidad. Todo sonaba como una historia de no creer jamás. 

Cuando la gente a nuestro al rededor no supo qué más cuestionar para culpar a Wonyoung, llamaron al psicoanalista para dar lectura de sus observaciones. Me puse un poco nerviosa, pero no tenía nada que temer cuando yo había hablado con la verdad, a medias, pero fue la verdad. 

El psicoanalista leyó su reporte desde la primera sesión de investigación hasta ahora. Lamentablemente para todos y para aquel detective que buscaba su medalla no había nada que no fuese cierto. Wonyoung sonrió satisfecha. 

—Necesito que las involucradas pasen por el polígrafo antes de la tercera sesión del día de mañana, por favor —indica el juez antes de dar por terminada la segunda sesión. 

¿Tan difícil es creernos? Mierda, estas personas están tan dañadas de la cabeza. Me estresan. 


Otro día más en el tribunal. Ciertamente el olor a madera me recordaba a mis días de claustro en el sótano. 

Para la mitad de aquella sesión llegaron los resultados del polígrafo sellados en un sobre amarillo que fue entregado al juez. Los miró con detenimiento. Se notaba por su cara de confusión que no había mentira detectada. ¿Qué más pruebas querían?

Poco después mandaron a llamar a los testigos del centro comercial para dar testimonio:

Un sujeto corpulento comenzó. —Las vi ingresando al centro comercial. Se veían agitadas. Definitivamente se escondían de alguien. Por supuesto que me asusté a vel el arma en mano de las chicas, pero me asusté más al ver a un puñado de hombres vestidos de traje entrando con más armas. Salí de ahí con mi novia. 

Otro hombre experto en artes marciales contó lo mismo—... Hubiera querido ayudarlas, pero de pronto empezó el pánico y tuve que ayudar a mi familia a salir. Uno siempre puede ser el héroe para los que ama. 

La cajera del local al que ingresé—. El tiroteo me mantuvo en pánico, no sabía qué hacer hasta que simplemente vi a la señorita An frente a mí, detrás de mi puesto de trabajo. Me pidió un cargador. Alli fue cuando escuché que llamó a su madre. Sonaba a que se estaba despidiendo porque después la vi colgar y regresar valientemente. Verla me brindó el coraje suficiente para salir de ahí. 

Una asesora de belleza también subió—. Lo vi desde mi escondite. La señorita Jang se interpuso entre el mafioso y la otra señorita en múltiples ocasiones. Nadie las ayudó más que un par de guardias de seguridad muy valientes. Se vio muy de película cuando la señorita An tomó el arma de uno de los guardias para evitar que mataran a la señorita Jang. No pude ver más porque mi gerente nos sacó de ahí. 

Un joven más habló concordando con los demás—... Lo único que vi fue que la señorita Jang protegía la vida de la señorita An.

Uno de los guardias de seguridad que sobrevivió también estaba allí. —El mafioso tenía sometida a la señorita An. Discutían porque la dejara libre. Fue entonces que llegué yo y le disparé al sujeto. Nunca sentí tanto miedo de perder la vida como en aquel momento en el que me regresó el tiro. Me sorprendió la habilidad de la señorita Jang para derrotar al mafioso. Sin duda cometió un acto heroico. 

Atrapada [Annyeongz]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora