Capítulo 8

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Varias horas después la puerta volvió a abrirse.

—Me extrañaste, ¿cierto? —esa voz la conocía.

 Mi principal secuestrador. Maldito hijo de puta. 

—Como prometí, he venido a darte tu regalo.

Percibí que se puso de rodillas para quedar a mi altura, se acercó a mí mientras posaba sus sucias y pesadas manos sobre mis piernas para acariciarlas. Mi respiración se agitó, pero no podía inundarme el miedo, tenía que moverme. 

El llevó su rostro a mi cuello al tiempo que tenía las intenciones de ahorcarme. Por mi parte, con cautela llevé mis manos hacia mi pecho y las posicioné frente a él. Lo empujé con todas mis fuerzas. En su inestabilidad, él se fue para atrás y su cabeza cochó con el muro. Desgraciadamente eso no lo mató, sólo lo aturdió, brindándome la oportunidad para levantarme. 

Intentó agarrarme, pero yo le aplasté el brazo con la puerta al intentar cerrarla. Su mano retrocedió y yo cerré la puerta con todos los seguros. Caminé lejos de allí aún con mi inseguridad. Seguro él ya había preparado todo para que no hubiese nadie en los pasillos para abusar de mí.

Los corredores apenas eran alumbrados por tenues luces anaranjadas. Por suerte mis pasos no se escuchaban gracias a la alfombra que había debajo. Caminé varios metros sin encontrar la salida. El lugar era como un laberinto. 

Escuché unos ruidos detrás de mí por lo que me eché a correr, pero entre la oscuridad choqué con alguien y caí al suelo.

—¿A dónde crees que vas, linda? —el hombre de la voz grave dejó salir una bocanada de humo de su habano. Otros sujetos detrás de mí me tomaron y levantaron sin esfuerzo—. Es hora de la negociación. Llévenla a la otra habitación —ordena dejándonos detrás. Sus lacayos y yo lo seguimos.

Llegamos a la habitación mencionada; oscura, alta e industrializada. 

—Dejen que camine por sí sola —ordena y me soltaron—. De cualquier forma, no intentará nada. ¿Cierto, linda? Al rededor nuestro tengo más francotiradores y hombres con pistola de los que puedas imaginar, así que estas bajo tu propio riesgo. Eres libre de moverte como te plazca, mas no podrás salir de aquí. Yo te recomiendo que te quedes en aquella silla como buena niña. 

Señala el asiento bajo el reflector. Obedecí. Esa actitud prepotente me recordaba a alguien. 

—Estamos listos para la transmisión —avisa un sujeto inmerso en la oscuridad al que solo pude escuchar.

—Adelante —responde la voz grave del jefe de esta mafia.  

—Listos en 3, 2, 1...

—Muy buenas noches a todos nuestros televidentes... —uno de los hombres del jefe apareció frente a la cámara con una máscara blanca como si fuera el fantasma de la ópera creyéndose el conductor de un programa nocturno. 

Mientras hablaba, yo miré hacia arriba y todo mi alrededor con la esperanza de poder encontrar alguna salida, pero aquella intensa luz que daba directo a mí no me lo permitía. 

—Y de nuestra parte, para alentar esta negociación, hemos traído a la víctima en cuestión —el sujeto se hace a un lado para dejar que yo me vea en el cuadro. 

No grité nada porque no tenía sentido hacerlo. Había tantas luces rojas que apuntaban a mis pies. 

—Y mientras esperamos su llamada... Nos dedicaremos a presionarlos un poco —El sujeto tomó un par de pelotas metálicas con púas. Una cabía perfectamente en su mano—. Les diré la única regla. (Me señaló) Si ella se mueve, le dispararán. Así de simple. El juego durará veinte segundos. 

Atrapada [Annyeongz]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora