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Wonwoo se colocó su bonete azul, sujetó en brazos a Shakespeare y siguió escaleras abajo a los lacayos que cargaban con el equipaje.
El sol era poco más que una fina línea por encima de los tejados cuando estrechó la mano de Wimbole y salió a la fresca mañana de verano.
—Lo echaremos de menos —le dijo el mayordomo, y se inclinó para darle a Shakespeare una última golosina para gatos.— Que tenga buena suerte, joven Jeon.
—Gracias, Wimbole —titubeó tan sólo por un instante en el pórtico principal, sonrojándose porque sabía que el mayordomo debía imaginar el porqué— ¿No se ha levantado aún lord Kilcairn? —preguntó de todos modos.
—Me informó que no lo vería esta mañana.
—Por supuesto.
Bueno, aquello lo aclaraba todo. Wonwoo se había negado a aceptar sus ridículos juegos y ahora Mingyu se encontraba arriba enfurruñado, o peor aún, durmiendo. Si realmente se hubiera preocupado por él en lugar de por sí mismo, habría pensado en algo —hecho algo— para que él pudiera quedarse.
Parpadeando para contener otro torrente de lágrimas, metió al ragdoll dentro del carruaje y luego subió detrás.
—Sólo lléveme a la parada más próxima del coche de postas, si es tan amable, Vincent. No es necesario que conduzca todo el camino hasta Hampshire.
El joven mozo se quitó el sombrero.
—Como quiera, joven Won, aunque lo llevaría encantado todo el camino. —Cerró la puerta y echó el cierre, y el carruaje se balanceó cuando subió de un salto al pescante del conductor.
Un momento más tarde el vehículo se puso en marcha con un ruido sordo y partieron.
Wonwoo se recostó en el mullido asiento negro y dejó que las lágrimas rodaran por su rostro. Una vez que se embarcara en el coche de postas no podría darse el lujo de llorar. Había pasado casi toda la noche llorando y compadeciéndose, pero lo único que logró con ello fue una jaqueca. Desanimarse, desde luego, no iba a cambiar nada. Se había enamorado de un hombre orgulloso e irritante que no creía en tales tonterías, y no quería —ni podía— casarse con alguien que tan sólo ofrecía casarse con él por conveniencia propia y a costa de sus parientes.
El carruaje dobló otra esquina y, un momento después, otra más. Esperaba que Vincent no se hubiera perdido, ya que parecía estar dando un auténtico rodeo hasta la posada. No es que tuviera prisa, pero cuanto antes pudiera empezar a impartir clases en la academia, antes podría comenzar a sacarse de la cabeza al apuesto, terco e insufrible Kim Mingyu.
El carruaje se detuvo cinco minutos más tarde.
—Ya hemos llegado, joven —voceó Vincent, y abrió la puerta un momento después.
Shakespeare se levantó de su regaso y saltó al suelo. Wonwoo se quedó dentro y miró por la puerta... para ver la familiar parte trasera de Kim House.
—¿Qué...?
Un oscuro paño ondulante flotó por encima de su cabeza y lo cubrió. Alguien lo agarró de la cintura, le sujetó con fuerza los brazos y lo arrastró fuera del carruaje. Antes de que pudiera gritar, una mano le tapó la boca, casi asfixiándolo bajo la gruesa tela.
Shakespeare se puso a maullar, y alguien —le pareció Vincent— le hizo callar. Un momento después escuchó el crujir de madera y sintió que era levantado por la fuerza sobre el hombro de alguien y bajado por un tramo de escalera. Ésta era angosta, porque sus pies golpearon dos veces y su cabeza una vez contra la pared. Aquello suscitó una exclamación de dolor por parte de él, y una grave maldición apenas audible de quien la llevaba.
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EAG [Meanie || Minwon]
Teen Fiction[𝐀𝐝𝐚𝐩𝐭𝐚𝐜𝐢𝐨𝐧] ⚠ Contenido+18 ⚠ Historia de época ╰► 𝘼𝙙𝙖𝙥𝙩𝙖𝙘𝙞𝙤𝙣 𝙨𝙞𝙣 𝙛𝙞𝙣𝙚𝙨 𝙙𝙚 𝙡𝙪𝙘𝙧𝙤 ╰► 𝙏𝙤𝙙𝙤𝙨 𝙡𝙤𝙨 𝙙𝙚𝙧𝙚𝙘𝙝𝙤𝙨 𝙖 𝙨𝙪 𝙖𝙪𝙩𝙤𝙧𝙭