Hechizo XI

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El sol abrasador se cernía sobre el cielo azul, hacía el suficiente calor como para instar a las personas a protegerse debajo de una sombra o siquiera cubrirse con algo, para mitigar de alguna forma el ardor que causaba los rayos de ese día. Sin embargo, allí estaba él, acarreando enormes fardos de heno para los caballos del dueño, por fin había conseguido un trabajo donde lo aceptasen y recibir alguna paga, además de comida, se notaba que el lugar pertenecía a un noble por la gran extensión de su terreno.

Había llegado allí por sugerencia de uno de los pobladores del pueblo cercano y agradeció que fuese aceptado sin tantas preguntas. Era un trabajo cansado, sí, pero al menos eso lo sustentaría el tiempo que fuese necesario hasta que llegase el momento de que parta hacía otro lugar. Lastimosamente, por muy cómodo que esté, su vida en estos dos últimos años ha sido mantenerse en constante movimiento, sabe que las brujas no han desistido de perseguirlo, por más que él se esconda, no pasa mucho hasta que tenga que huir una vez más. Esta era su vida ahora, no puede simplemente quejarse por lo que le ha tocado vivir, aunque el dolor de su pasado lo siga hasta su muerte, no puede permitirse morir, no en este momento.

El sol ya empezaba a hacer mella en él, por lo que el señor encargado de la caballeriza le indicó que fuera a descansar un rato, después de todo, no quería que el joven recién llegado acabe por desmayarse por el intenso calor.

Caminó hacia la cocina y allí se encontró con la cocinera, la señora Hana. Ella, desde el instante que llegó, se ha encariñado mucho con él y por supuesto apreciaba el gesto, pues había adoptado una actitud bastante maternal hacia su persona, por lo que era indudable que también le tomaría aprecio.

—Oh, cariño. Ven toma asiento, te daré un vaso de limonada, el calor de afuera debe estar insoportable.

—Gracias señora Hana —aceptó gustoso. Tan atenta como siempre pensó Shoto, como una madre, bueno, realmente lo es, según le había contado, tiene una hija llamada Kira, la cual se fue ya hace algún tiempo, pues quería probar buscar trabajo en algún reino. A pesar de eso, ellas mantenían contacto, por medio de cartas que la joven mandaba con frecuencia, dando cierto alivio a su abnegada madre.

—Aquí tienes cariño —le entregó un enorme vaso, justo en el momento que un hombre corpulento y ya algo grande entraba también a la cocina, era su esposo.

—¿Y el mío? —cuestionó con fingida indignación al observar lo que sucedía. La señora se rió ante esto.

—Tú puedes servirte el tuyo, Sota —le respondió con una sonrisa.

—A veces pienso que quieres más al pequeño Shoto que a mí.

—No digas tonterías.

—Hola señor Sota —saludó el bicolor brevemente.

—¡Pequeño Shoto!, deja de robar a mi esposa —exclamó a la vez que pasaba su enorme brazo sobre los hombros del joven y soltaba una sonora carcajada.

—No lo molestes, Sota. Sabes que te amo —se acercó también entregándole un vaso de limonada.

—Ya lo sé Hana, yo también —y así se dieron un pequeño beso fugaz.

Shoto observó la escena en silencio, admiraba el cariño que ambos esposos se profesaban y agradece de corazón que lo tratasen a él como si fuese su propio hijo, no obstante, esto a veces le hacía mostrar una expresión de melancolía y tristeza, es por este motivo que en una ocasión le preguntaron qué era lo que le molestaba o incomodaba, él simplemente respondió que les recordaba a sus padres biológicos, pero ellos ya no estaban vivos; al escuchar tal explicación breve y desconsolada, no dudaron en brindarle consuelo, siendo así, que se volviesen aún más atentos y cariñosos con él, no por lástima, sino porque realmente le habían tomado mucho aprecio al muchacho.

Con el pasar del tiempo, Shoto fue aprendiendo labores domésticas, si bien, su trabajo principal era ayudar con los caballos, a veces apoyaba a las señoras de la casa, por supuesto siempre a la señora Hana. La mayoría de ellas le agradecía por su entusiasmo, sin embargo, había una que era la excepción y esa era Mayu. Era chica joven que recién empezaba a trabajar en el lugar, pero nadie se acercaba a ella, debido a que tenía un aura extraña y sombría, las únicas personas que se atrevían a tener contacto era Hana y por supuesto Shoto cuando trataba de ayudarla, aunque en cada una de las ocasiones era simplemente rechazado, esto no le molestaba al bicolor, solo creía que era alguien extraña y dejaba pasar el asunto.

Así transcurrieron las semanas hasta que un día, algo inesperado sucedió. Shoto había estado trabajando hasta tarde, era el último que quedaba afuera, ya dispuesto a regresar a su habitación, de la nada se encontró con un rostro conocido.

—Srita. Mayu ¿sucede algo? —al no ser tan cercano a ella, mantenía una cortesía bastante formal como lo había aprendido de su madre.

—Necesito ayuda con algo —la respuesta le pareció un poco extraña, pues ella nunca aceptó nada antes y esta era la primera vez, después de un mes que la ofrecía.

Pero aun si la situación se salía de lo común, él dispuesto asintió con la cabeza, para luego seguirla en un silencio incómodo. A mitad del camino, presintió que algo no estaba bien, pues empezaban a acercarse mucho al bosque que colindaba la casa, la señora Hana le había dicho incontables veces que era peligroso ir allí, debido a que las brujas podían aparecer, quién era él para no saber lo que eso significaba por lo que procuró nunca desobedecer tal recomendación.

—Srita Mayu creo que no estamos alejando de la casa, debemos volver. Sea lo que sea que necesite, es mejor regresar al alba —no quería sonar ansioso.

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⏰ Última actualización: Jun 10 ⏰

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Corazón de Brujo [Todobaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora