Por mis alitas

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      El arcángel no podía soportarlo más, retiró aquellos dedos de la intimidad femenina de su pequeño hermano y los llevo a su boca, comenzando a lamerlos, saboreando los fluidos de su hermanito.

El pequeño serafin vió aquella acción y sus mejillas se tiñieron con ese color dorado y soltó un jadeo.

Mi-Miguel... Tengo miedo... — Dijo el serafin mientras sentía como su respiración comenzaba a hacerse pesada.

Tranquilo, mi pequeña estrella... Confia en mi, ¿si? Prometo hacerte sentir bien. — Dijo aquel arcángel mientras se acomodaba entre sus piernas y rosaba su miembro contra aquellos labios, haciendo que el pequeño serafín se estremeciera.

¿Lo prometes por tus alitas?... — Murmuro el pequeño serafín mientras miraba a su hermano, podía sentir como su corazón latía rápidamente y su cuerpo se calentaba a medida que el tiempo transcurría.

Aquellas palabras hicieron que aquel arcángel sonriera... Ambos gemelos solían hacerse esa clase de promesas... Miguel extendió su mano y acarició su mejilla mientras lo miraba a los ojos y al poco tiempo besaba sus labios.

Te lo prometo... Por mis alitas. — Dijo Miguel mientras lentamente comenzaba a entrar en el interior de aquel serafín... Podía sentir como el interior de su hermanito apretaba su miembro.

Luzbel se aferró a los hombros de su hermano mientras sentía como desgarraba su interior virgen.

— Aaaaagh... Mi-Miguel... Her-Hermano... Me... Me duele... — Dijo entre sollozos el pequeño serafin mientras sentía como sus lágrimas comenzaban a brotar.

Lo sé... Perdóname... Estoy intentando controlarme... Quiero hacértelo sin piedad... Pero no quiero lastimarte hermanito... — Dijo el Arcángel entre gruñidos mientras seguía penetrándolo lentamente hasta sentir como entraba totalmente y sentir como llegaba a su útero.

El hermano menor sintió como tocaba ese lugar y abrió sus ojos mientras arqueaba su espalda y soltaba un gemido y sentía como comenzaba a correrse.

Aaaaaah... Estoy haciendo pis... — Dijo el rubio de manera inocente, era la primera vez que sentía un orgasmo.

Luzbel sintió como comenzaba a correrse, manchando a ambos hermanos con aquella esencia de color blanca.

Su cuerpo temblaba, mientras miraba a su hermano y sentía como comenzaba a mover sus caderas lentamente.

Es-espera... Aaaaaagh... Se... Se siente raro... — Gimió el pequeño serafin mientras cerraba sus ojos y ponía su mano en su boca para intentar callar sus gemidos.

El arcángel vió como realizaba aquella acción y rápidamente tomó su muñeca para alejarla de su boca.

No te calles, mi linda estrellita... Déjame escuchar esos lindos sonidos que salen de tu boca. — Dijo aquel arcángel mientras comenzaba a elevar el ritmo de sus embestidas.

El arcángel tomó la pequeña cintura de su hermanito y mantuvo el ritmo de sus caderas...  Levantó la cadera de su hermano, haciendo que encorvara su cuerpo mientras seguía embistiendolo.

Mi-mierda... Tu interior acepta mi miembro... Luzbel... Puedo sentir como tu interior palpita... Te sientes bien? Te gusta? — Preguntó el Arcángel mientras con sus manos cambiaba el ángulo de penetración, notando como su miembro se abultaba en el vientre pequeño de su hermanito.

Aquella escena era demasiado erótica para aquel arcángel, quién comenzó a elevar el ritmo, haciendo que sus embestidas fueran más salvajes y profundas.

Aaaaagh... Mi-Miguel... Miguel... Te amo... Te amo... — Dijo el serafin entre jadeos mientras miraba a su hermano, sus ojos estaban llenos de lágrimas mientras sentía como hilos de saliva corrían por sus comisuras.

También te amo, mi estrellita... Ahora eres totalmente mío... Voy a marcar cada centímetro de tu piel para que quién la vea lo sepa... — Dijo el arcángel sin dejar de embestirlo.

Ambos gemelos continuaron uniendo sus cuerpos en aquella danza carnal, aquella unión perfecta, demostrando que ambos habían sido creados desde el inicio para ser el uno para el otro.

Transcurrieron las horas y aquellos hermanos se encontraban recostados, completamente desnudos y con sus cuerpos llenos de sudor, en aquella cama de seda.

El Arcángel fue el primero en abrir los ojos y mirar a su pequeño hermano quien yacia durmiendo plácidamente entre sus brazos... Había quedado totalmente agotado después de todas las rondas que habían tenido después de su primera vez.

Miguel sonrió y se acercó a su frente y depósito un pequeño beso... Acaricio los mechones de sus cabellos rubios y al ver aquellas sábanas, notar que estaban manchadas de aquella sangre dorada, muestra de la virginidad perdida del pequeño serafin.

El arcángel siguió dándole pequeños mimos a su estrellita, seguía sin creer que estaban juntos... No iba a permitir que nadie los separará, ni siquiera su propio Padre lo convencería de abandonar su amor por su hermano, aunque fuera algo prohibido.

Alas Entrelazadas (HeroStar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora