PRÓLOGO

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En colaboración con mi querida amiga FenixTaisho, quien tiene una mente sumamente brillante para crear semejantes ideas.

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Sus dientes castañeaban por nerviosismo. En realidad, todo su cuerpo temblaba por cada piso que el elevador avanzaba.

¿En que se había metido?

En su cabeza giraba esa pregunta mientras intentaba mirarse en el espejo, pero no pudo enfrentarse a sí misma. Sus ojos en ese momento estaban melancólicos, o tal vez tristes por la decisión que tomó.

— ¿Qué pasa si… no le gusto?—. Le había preguntado a Kagura, su jefa, una hermosa mujer de más de cincuenta años.

— Eres virgen, eso es lo único que buscan de ti, querida. Tranquila. Tu disfraz le encantará.

El recuerdo de esa respuesta en lugar de calmarla, le provocó más nervios. Quiso decirle a Kagura que ese no era un disfraz, que esa ropa era en verdad su uniforme de secundaria; sin embargo, no lo hizo.

Las puertas del elevador se abrieron. Se quedó paralizada un instante. Miró el papel que Kagura le había dado con el número de habitación, así que caminó por el pasillo del hotel, un elegante edificio de cinco estrellas que le daba la bienvenida.

Tocó y momentos después, la puerta del penthouse se abrió, dejando ver a un hombre muy atractivo.

— Buenas noches—. Hizo una leve reverencia, la cual no fue respondida.

Se quedó impresionada por las peculiaridades de ese desconocido, que parecía igual de sorprendido que ella. Alto, elegante y bien vestido, aunque lo más llamativo era su cabello platinado cortado a la moda y sus ojos dorados.

— ¿Es una broma?, eres solo una niña.

Su voz, era profunda y hermosa.

— No lo soy—. Dijo Kagome, en un intento por verse segura de sí misma. No podía regresar con Kagura sin haber atendido al cliente.

— ¿Cuántos años tienes?

— Soy mayor—. Mintió.

Y él sonrió de lado. —No me gustan las prostitutas, y tú madame lo sabe, por eso te envió conmigo, ¿verdad?

Kagome levantó los hombros. Porque ni ella misma sabía porque Kagura le había dado ese trabajo.

Él la dejó pasar. Le señaló hacia la sala, donde le ofreció asiento.

— Te dire algo que tampoco me gusta, las mentiras; así que vamos empezando con que me digas cual es tu edad.

— Dieciocho.

Kagome lo vio arquear la ceja. Sabía que él no se estaba tragando ese cuento, pero, no se retractaría.

Necesitaba ese dinero.

— Bien.

Él fue hacia el bar y sirvió dos tragos de whiskey, con hielo. Se acercó y se sentó de una forma tan elegante, justo a su lado y le ofreció el trago.

Deseos OcultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora