CAPÍTULO VII

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&. &. POV Sesshomaru &. &.

Desde el momento en que se me ocurrió la “brillante” idea de buscar a Kagome a su casa, nació dentro de mí una necesidad de protegerla, y eso me estaba sacando de quicio.

Los últimos días, la he estado siguiendo a su departamento, aparcando mi auto en la acera de enfrente con tal de ver si el “acosador” se atrevía a hacer acto de presencia.

Duraba horas allí, incluso cerraba mis ojos durante segundos, en los cuales mi retorcida imaginación me mostraba hombres sin rostros, poseyendo a Kagome, y a ella gimiendo sudorosa ante su tacto mientras era corrompida una y otra vez. Lo que me provocaba dolor de cabeza al instante.

Pero, al único que vi entrar y salir fue a Inuyasha. El muy idiota parecia no estar enterado de la situacion, y yo no se lo diria; no se habia disculpado por el golpe que me dio en dias pasados, y su infantil comportamiento no facilitaba ningun tipo de comunicacion, encapricharse en querer que yo fuese el primero en disculparse. Imbécil, como si no me conociera.

Por esa razón, era yo quien debía cuidar de Kagome, a pesar de que en la oficina trataba de ignorarla la mayor parte del tiempo.

Al día siguiente en que Inuyasha me golpeó, ella tuvo sus ojos sobre mí. Curiosa, intentando formular preguntas que nunca expuso.

Fingí no darle importancia, justo como hoy, que siento su mirada desde antes de llegar a mi oficina, y solo vuelvo a verla porque me habla.

— Señor Taisho—, Se levanta de su cubículo para pasarme unas llaves. —Vino el encargado de mantenimiento, dice que ya está lista mi oficina.

— ¿Quieres verla?

Ella sonríe emocionada, y yo me pierdo un instante al ver sus facciones. Me dan ganas de herirla y lastimarla, decirle que detesto verla así, porque sus ojos parecían brillar igual de inocentes que cuando la conocí.

Días antes, me había jurado a mi mismo de que no perdería el control con ella, pero un deseo desordenado y descontrolado despertó dentro de mi de una manera tan intensa que supe era únicamente lujuria.

— Y, ¿dónde está?—. Pregunta, forzandome a salir de mis pensamientos.

— Aquí—. Abro la puerta de mi oficina, y la dejo entrar primero.

Toda mi oficina estaba intacta, excepto porque se había colocado un escritorio a unos metros del mío.

— Bien, quiero que traigas tus cosas y…

— ¡Se está burlando de mí!—. Grita con las mejillas rojas de enojo. —¡Usted dijo que me daría una oficina, esto… no es lo que prometió!

Por supuesto que eso sería lo que me permitirá tenerla fuera del alcance de Inuyasha, y vigilada donde nadie más que yo tuviese autoridad sobre ella.

— Dijiste que querías aprender más, ¿no?. Demuestra tus habilidades, y…

— ¿Que le demuestre…?, ¡pero si doy todo mi esfuerzo, no se que mas quiere de mí!, ¿acaso le divierte hacerme enojar?

— Tu fuiste quien quiso seguir en este juego.

— Esto más bien parece una venganza—. Y de repente, me mira de una forma extraña. —¿Por qué lo haces?

Abrí los ojos sorprendido, por la forma en que me empezó a tutear.

¿Porque más lo haría, si lo único que quiero es alejarla de mi hermano?

— ¿Te gusto, verdad?—. Una sonrisa burlona aparece en sus lindos labios.

— No digas tonterías.

Deseos OcultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora