CAPÍTULO II

609 72 39
                                        

Antes de que el despertador sonara de manera molesta, ya me había levantado. Resulta que por simple costumbre lo activaba cada noche antes de dormir, pero si hay algo que me perturbaba era comenzar el día con ruidos fuertes.

Tengo mis ciertas mañas si, tal vez por eso aún no concretaba relación con ninguna mujer que pudiera frecuentar; o eso es lo que dice mi padre.

Obviamente que no tenía otra opción de tener más que un comportamiento ejemplar en mi situación; soy el hermano mayor, en el cual caen todas las responsabilidades de la empresa que fundó mi difunto abuelo.

Tres generaciones han liderado nuestro prestigioso bufete de abogados, por esa razón no tolero los errores, y claro que no era la excepción el pequeño Inuyasha.

Me río mientras bebo mi humeante café pensando en ello.

Inuyasha era todo mi opuesto, pero le tenía un gran afecto a pesar de que provenimos de madres diferentes.

Los números de la empresa estaban dando algunas pérdidas y por orden del viejo Taisho debería hacerme cargo hasta que mi hermano aprendiera a como sobrellevar la responsabilidad con más seriedad. Inuyasha es un excelente abogado, pero peca por ingenuo y sin mencionar su estúpida novia que lo trae totalmente idiotizado.

Una vez en el edificio, los empleados se notan tensos por mi presencia; mentiría al decir que eso no produce algo de satisfacción en mí.

Antes de ocupar mi oficina, tomo camino hacia la de mi hermano, hacía ya un par de semanas que no lo veía, y además de saludarlo, mis intenciones eran molestarlo un poco para mi egoísta diversión personal.

Inuyasha se alegró de verme, lo supe por qué a diferencia de mí, él tenía demasiada facilidad para expresarse y en pocos segundos quedé envuelto en su cálido abrazo.

— ¡Hermano!— exclamó feliz.

— Vine por qué me lo exigieron, no por qué quería— bromeo, correspondiendo su abrazo.

— ¡Sesshomaru! No cambias nunca. Tengo tanto para ponerte al día. ¿Vamos a la cafetería y charlamos?— me invitó entusiasmado.

Mi plan era ponerme a trabajar inmediatamente, pero no podía decirle que no a Inuyasha.

De camino a nuestro destino pasamos por varios escritorios de varios funcionarios que nos miraban atentos y algún otro con disimulo, pero una mirada me hizo sentir demasiado incómodo y para cuando quise observar, el monitor tapaba el rostro de la chica que me llamó la atención, solo pude ver unos bucles negros oscuros dándome vuelta la cara al instante que clavé mis ojos en ella.

— El asunto con la empresa no es tan grave, padre exagera todo. Ya sabes como es él— se mofó mi hermano, sacándome de mi extraño trance.

— Vi las estadísticas y no me preocupa, pero sí me preocupa la estúpida mirada que traes. —lo conocía demasiado para saber que algo ocultaba.

— Es que... ¡Rayos!, Sesshomaru, me puedes leer como a un libro. Es que creo que tengo una amante.

Levanté mi ceja, curioso por aquella confesión. —¿Crees?

— Es extraño, es la primera vez que hago esto y no sé cómo etiquetarlo— admitió avergonzado

— ¿Sigues con Kikyo?— pregunté ansioso de saber más.

— Sí.

— Cuéntame. ¿Quién es esa interesante mujer que te hizo perder esa adoración que tenías con esa frígida?— junté mis manos cruzadas bajo mi mentón, totalmente atento a lo que me fuera a contar.

Deseos OcultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora