Capítulo III

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La misión que Tom había encomendado a William era peligrosa y requería una gran habilidad para la discreción. A medida que pasaban los días, William se encontraba cada vez más dividido entre su amor por Tom y la creciente inquietud que sentía al acercarse al poderoso y perspicaz Albus Dumbledore. Sabía que cualquier error podría tener consecuencias devastadoras.

Una tarde, mientras paseaba por los pasillos de Hogwarts, William decidió que era el momento de actuar. Se dirigió al despacho de Dumbledore con una excusa preparada, tratando de mantener la calma. Sabía que debía ganarse la confianza del profesor antes de intentar cualquier cosa más arriesgada.

Golpeó suavemente la puerta y esperó a que una voz cálida y tranquila respondiera desde el interior.

—Adelante.

William entró y se encontró con la figura alta y majestuosa de Dumbledore, quien lo observaba con una expresión de curiosidad.

—Señor Langenberg, ¿qué puedo hacer por usted? —preguntó Dumbledore, invitándolo a sentarse.

—Profesor, he estado pensando mucho en lo que quiero hacer después de Hogwarts —comenzó William, tratando de sonar convincente—. Y me gustaría saber más sobre el trabajo de los profesores aquí. Creo que podría aprender mucho de usted.

Dumbledore sonrió, sus ojos brillando con una mezcla de amabilidad y sagacidad. —Es un placer ver a un joven tan interesado en su futuro. ¿Hay algo en particular que le gustaría saber?

William pasó los siguientes minutos hablando sobre sus supuestos intereses académicos, mientras Dumbledore respondía pacientemente a cada una de sus preguntas. Al final de la conversación, Dumbledore le ofreció la posibilidad de asistir a algunas de sus clases avanzadas, una oferta que William aceptó con entusiasmo.

Las semanas siguientes fueron una mezcla de intensas lecciones con Dumbledore y momentos cada vez más oscuros con Tom. William se encontraba viviendo una doble vida, y la tensión empezaba a pasarle factura. Sin embargo, su amor por Tom lo mantenía firme en su decisión de seguir adelante.

Una noche, mientras William se reunía con Tom en la Cámara de los Secretos, Tom lo miró con una intensidad que le resultaba ya familiar.

—¿Cómo va tu misión? —preguntó Tom, sus ojos escrutando cada detalle del rostro de William.

—He ganado algo de su confianza —respondió William, tratando de sonar seguro—. Me ha permitido asistir a algunas de sus clases avanzadas. Aún no he descubierto mucho, pero estoy trabajando en ello.

Tom asintió, su expresión fría pero calculadora. —Bien. Necesitamos estar un paso por delante de él en todo momento. No puedes permitirte errores.

William asintió, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. —Lo sé, Tom. No te fallaré.

A medida que avanzaba el tiempo, William comenzó a notar pequeños cambios en Tom. Había momentos en los que su frialdad parecía desvanecerse, y un atisbo de vulnerabilidad aparecía. Sin embargo, estos momentos eran breves y rara vez repetidos.

Tiempo después, William empezó a descubrir más sobre los planes de Tom. Se dio cuenta de que la ambición de Tom no conocía límites, y que estaba dispuesto a sacrificar cualquier cosa y a cualquiera para lograr sus objetivos. William se debatía entre su lealtad hacia Tom y la creciente duda sobre la rectitud de sus acciones.

Una noche, mientras discutían los detalles de un nuevo plan, William no pudo evitar expresar sus preocupaciones.

—Tom, ¿alguna vez has pensado en las consecuencias de lo que estamos haciendo? —preguntó William, su voz cargada de inquietud—. ¿En cómo afectará a los demás?

Desgraciadamente enamorado /Tom Riddle x Male ocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora