Donde los Counters, cazadores de espíritus malignos, siguen su lucha secreta desde su tienda de fideos.
O...
Donde los Counters enfrentan nuevos desafíos para proteger la Tierra de espíritus malvados que buscan la inmortalidad.
The Uncanny Counter S...
Yu-na caminaba hacia su casa con las manos llenas de bolsas de compras. Hyuk-woo había estado trabajando todo el día y no había podido acompañarla en esta rutina. Mientras caminaba, se distrajo al ver que el cordón de sus zapatos se había desatado. Al quedarse mirando esto, chocó con alguien y todas sus bolsas cayeron al suelo.
—¡Lo siento mucho! —dijo ella varias veces mientras intentaba recoger todo.
Antes de que pudiera agacharse por completo, el hombre con el que se había chocado ya estaba recogiendo las bolsas por ella.
—Oh, usted es el cliente —dijo ella con sorpresa al reconocerlo.
—Soy Pil-kwang. Qué coincidencia encontrarnos así —respondió con una sonrisa, entregándole las bolsas.
—Gracias por ayudarme —dijo Yu-na, un poco avergonzada por el accidente.
—No hay de qué. ¿Puedo acompañarte a casa? Parece que llevas bastante peso y no quiero que vuelvas a tener otro accidente —ofreció.
Yu-na dudó por un momento, pero finalmente aceptó:
—Está bien, gracias. Vivo a unas pocas cuadras de aquí.
Mientras caminaban juntos, Pil-kwang comenzó a hacerle preguntas sobre su día y su trabajo, mostrándose interesado y atento. Sin embargo, detrás de su apariencia amable, Pil-kwang tenía sus propios motivos ocultos.
—¿Siempre haces las compras sola? —La mayoría de las veces sí. Mi novio trabaja mucho y no siempre puede acompañarme.
—Ah, tienes novio. Debe ser difícil manejar todo sola —dijo Pil-wang, mostrando una simpatía que hacía que Yu-na se sintiera un poco más cómoda.
—Bueno, uno se acostumbra —rió ligeramente.
A medida que se acercaban a la casa de Yu-na, Pil-wang continuó con su conversación, tratando de obtener más información sobre ella y su vida. Yu-na, por su parte, no sospechaba nada, disfrutando de la compañía inesperada.
—Aquí es —dijo Yu-na finalmente, señalando su casa.
—Es un lugar encantador. Bueno, ha sido un placer acompañarte —dijo Pil-kwang, entregándole las bolsas.
—Gracias de nuevo por su ayuda. Fue muy amable de su parte.
—No hay problema. Si alguna vez necesitas ayuda, no dudes en pedírmelo —estuvo a nada de alejarse, pero...
—Por cierto... —su tono volvió a ser débil, como en el local— me disculpo por mi compañero, estaba raro ese día, ¿si lo atendió bien?
Pil-kwang sonrió de oreja a oreja y ella volvió a sentirse pequeña como la vez anterior.
—Me atendió muy bien.
—Oh, okey. Bueno, hasta luego —se inclinó en una reverencia.
Yu-na entró en su casa, sintiéndose un poco más ligera después del encuentro, mientras Pil-kwang se alejaba, con sus propios planes en mente.
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