Chapter 7

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—Washington D

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Washington D.C.

Los empleados apenas acaban de guardar los árboles de Navidad cuando empieza todo.

Hay que acondicionar la pista de baile, finalizar el menú, aprobar el filtro de Snapchat. Checo pasa todo el día 26 encerrado con Paola en el despacho del secretario de Eventos Sociales, repasando las notas de descargo de responsabilidad que tienen que hacer firmar a todo el mundo porque el año pasado la hija de una actriz de Hollywood se cayó por las escaleras de la Rotonda; al pecoso le sigue sorprendiendo que no se le derramara la margarita que estaba tomando.

Es hora una vez más para la Legendaria Fiesta de Gala del Trio de la Casa Blanca
por Año Nuevo.

Técnicamente, el título es la Gala de Nochevieja de la Joven America, o como lo llama al menos un anfitrión nocturno, la Cena de los Corresponsales del Milenio. Todos los años, Sergio, Paola y Carola llenan la Sala Este en el primer piso con trescientos o más de sus amigos, conocidos vagos de celebridades, antiguas conexiones, posibles conexiones políticas y, por lo demás, veinteañeros. La fiesta es, oficialmente, una recaudación de fondos, y genera tanto dinero para la caridad y tantas buenas relaciones públicas para la Familia Presidencial que incluso su madre lo aprueba.

—Hum, discúlpen —dice Checo sentado en una mesa de reuniones de la primera planta con una mano llena de muestras de confeti (¿prefieren una paleta de colores metalizados o de tonos más suaves, dorado y azul marino?) escrutando un ejemplar de la lista definitiva de invitados. Paola y Carola tienen los cachetes llenos de muestras de pastel—. ¿Quién incluyó a Max aquí?

—Yo no fui —asegura Carola con la boca llena de pastel de chocolate.

—¿Paola?

—¡Deberías haberlo invitado tú mismo! —responde su hermana indignada, reconociendo su culpa—. Resulta muy agradable que estés haciendo amigos aparte de nosotras. A veces, cuando te aíslas demasiado, empiezas a actuar de forma un poco alocada. ¿Te acuerdas de lo que ocurrió el año pasado, cuando Caro y yo pasamos una semana fuera del país y estuviste a punto de hacerte un tatuaje?

—Sigo pensando que deberíamos haber dejado que se hiciera un tatuaje en el trasero.

—No iba a ser un tatuaje en el trasero —se defiende el de pecas con fervor, pero  rápidamente ve el intento de distracción—. Tú sabías esto, ¿verdad?

—Ya sabes que me encanta ver el mundo arder —le dice Carola sin alterarse.

—Tengo amigos aparte de ustedes —replica el castaño.

—¿Quiénes, Checo? —le pregunta Paola—. A ver, ¿quiénes son?

—¡Gente! —responde a la defensiva—. ¡Gente de clase! ¡Jenson!

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