—Washington D.C.
Max no va a poder evitarlo eternamente. Hay una parte del acuerdo firmado tras la boda real que aún está por cumplir: la presencia de Max en una cena oficial a finales del mes de enero. Inglaterra cuenta con un primer ministro relativamente nuevo, y Susie desea conocerlo. También va a venir Max, y, como cortesía, se alojará en la Residencia.
Sergio se alisa las solapas del esmoquin y se coloca junto a Paola y Carola a esperar en la entrada norte, cerca de la fila de fotógrafos, mientras van llegando los invitados. Es consciente de que no deja de balancearse adelante y atrás debido a los nervios, pero no puede evitarlo. Carola esboza una sonrisita, pero no dice nada, va a guardar el secreto. Pero todavía no tiene valor para contárselo a Paola; revelárselo a su hermana es una acción irreversible, y no puede hacer eso hasta haber averiguado qué es exactamente.
En ese momento aparece Max en escena, por la derecha.
Lleva un traje negro, recto, elegante. Perfecto. Checo siente deseos de arrancárselo.
Luce una expresión reservada, pero palidece de pronto al verlo en el vestíbulo de la entrada. Camina con paso indeciso, como si estuviera pensando en salir huyendo. Él mismo también tiene que hacer un esfuerzo para no echarse a correr. En vez de eso, Max continúa subiendo los escalones y...
—Muy bien, fotos —anuncia Carlos detrás de del pecoso.
—Oh —dice el rubio como un idiota.
Odia que le guste tanto la forma en que suena esa estúpida vocal cuando la pronuncia Max con su acento. Ni siquiera le gustan los acentos británicos; lo que le gusta es el acento británico de Max.
—Hola —saluda en voz baja. Su sonrisa falsa, mientras se dan el apretón de manos, y flashes de las cámaras los rodean—. Es genial ver que no te has muerto, ni nada parecido.
—Eh —responde Max añadiendo otro más a la lista de sonidos vocálicos particulares de él. Desgraciadamente, también resultan muy sexis. Después de todas estas semanas, Checo tiene la vara muy baja.
—Tenemos que hablar —dice el pecoso, pero Carlos ya los está empujando físicamente para que posen como amigos, y se toman nuevas fotos, hasta que Checo es separado y arrastrado con las chicas al Comedor de Estado mientras Max se ve obligado a tomarse fotos con el primer ministro.
El entretenimiento para esta velada consiste en un cantante inglés de rock indie que parece una verdura y que es popular en la franja demográfica a la que pertenece el castaño por motivos que él ni siquiera comprende. Al Príncipe lo sientan con el primer ministro. Y Checo toma asiento y mastica la comida como si esta le hubiera causado una ofensa personal al tiempo que observa con furia contenida a Max, que se encuentra en el otro extremo de la sala. De tanto en tanto, Max levanta la vista, descubre a Sergio mirándolo, se ruboriza hasta las orejas y vuelve a concentrarse en su arroz pilaf como si este fuera el plato más fascinante del planeta.
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Red, White & RedBull | chestappen
FanfictionSergio Michel Wolff-Pérez, el hijo millennial de la presidenta de Estados Unidos, es un tesoro para el marketing de la Casa Blanca: atractivo, carismático e inteligente. Lo que nadie sabe es que no soporta al príncipe Max, el nieto del rey de Inglat...