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¡Hola a todos! ¡Tanto tiempo!
Sí, me tomé mi tiempo para volver al fandom y lo hago el día anterior al estreno mundial de la segunda temporada jajant Quería hacer un par de aclaraciones antes de comenzar, algunas como en el fanfic anterior y otras, pues nuevas:
- Voy a tocar algunos temas del libro, pero como cambié gran parte de la trama, no se preocupen. Ya ni clasifican como spoiler. Si hay realmente alguno por allí, avisaré de antemano en ese capítulo.
- Esto es un fanfic que tiene el objetivo de entretener, nada más. No busco ofender a nadie ni inclinarme por uno u otro bando. Sin embargo, comentarios subidos de tono o demasiado agresivos contra uno u otro bando (Negros o Verdes), lo eliminaré sin más. También a quien haga demasiado spoiler de lo que se viene ahora en la serie, vamos, que hay gente que no leyó los libros y quiere sorprenderse. No les quitemos eso, por favor.

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Jacaerys se incorporó sobresaltado en medio de un revoltijo de sábanas y frazadas dispersas por la enorme cama con dosel; con la respiración agitada, procuró hacer el menor ruido posible mientras parpadeaba repetidas veces en un intento porque sus ojos se acostumbraran a la penumbra del enorme cuarto que, por más que hiciera meses que ocupaba como suyo, no lo consideraba propio y aún lo sentía fuera de lugar.

Siempre iba a sentirlo de esa manera, aún si pasaban años y años encerrado permanentemente en él, con el lujo de los muebles y lo suntuoso de sus ropas.

Inhalando profundamente, suspiró suavemente al tiempo que sus oídos se agudizaban en medio de la oscuridad reinante; un movimiento a su lado volvió a sobresaltarlo y, al voltear y permanecer inmóvil y sin respirar, contó los segundos hasta que estuvo seguro de que la persona recostada a su lado se encontraba efectiva y profundamente dormida.

Aegon simplemente había destapado parte de su cuerpo y seguía durmiendo, como si nada. Como siempre.

Jacaerys frunció el ceño cuando su visión finalmente se aclaró para una cuestión que realmente no estaba buscando. Sin pensar siquiera en lo que estaba haciendo, se recostó nuevamente sobre los almohadones mullidos en una posición semi sentada sobre el colchón cómodo y mullido, sus ojos sin despegarse de la espalda de Aegon. El hombre solía dormir boca abajo y en varias ocasiones de las cuales no se sentía para nada orgulloso, Jacaerys se descubrió a sí mismo recorriendo la espalda de Aegon de arriba hacia abajo y luego en un camino de regreso hacia su cuello, al principio con los ojos y luego, en algún momento que no podía definir con exactitud, con los dedos y el olfato. Por alguna extraña razón que no sabía explicar, le fascinaba sentir con la yema de los dedos el contraste de su piel suave y tersa con la rugosidad e irregularidad de aquellas cicatrices producto de las quemaduras, dispersas mayormente en el costado izquierdo de su cuerpo.

Y aquella noche, tal vez, sería una de esas ocasiones.

En un comienzo, cuando Jacaerys había comenzado con aquella actividad extraña pero reconfortante de alguna manera, se había mentido a sí mismo convenciéndose de que ver y tocar aquellas cicatrices cuando Aegon decidía, para la total desgracia de Jacaerys, que aquella noche deseaba compartir el lecho con él, era una pequeña venganza morbosa de su parte hacia Aegon porque, aún cuando el otro intentara ocultar las muecas de dolor o el sudor fino que cubría su rostro en algunos días particularmente húmedos, Jacaerys conocía el suplicio que aquellas quemaduras y articulaciones dañadas le hacían sufrir, una pequeña paga en comparación con lo que Lucerys, Joffrey y él estaban destinados a padecer por lo que les quedara de vida.

Sin embargo, cuando sus ojos y manos no fueron suficientes para magnificar aquella sensación de placer morboso, Jacaerys había recurrido a la acción más miserable de todas: olfatear primero el aire que rodeaba a Aegon y luego - sutilmente para no despertarlo - hacerlo sobre su piel. El alivio y la sensación grata que había experimentado en cuanto las feromonas de Aegon habían ingresado en su nariz no tenían absolutamente nada que ver con la gratificación que le generaba el sufrimiento del Alfa que, pese a que intentaba persuadirse a sí mismo para no sentirse peor, sabía perfectamente que era totalmente falsa.

Consejo Sangriento [Lucemond]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora