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¡Buenas!

Bueno, ya a partir de aquí comienzan capítulos más largos jaja desde ya, muchas gracias por todo su apoyo, me ayuda para poder continuar :)

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Mientras recorrían los corredores de la torre primero, y luego por los pasillos que conducían hacia el torreón de Maegor, Lucerys se limitó a seguir a Aemond, quien comandaba el séquito. Detrás suyo, los dos guardias reales que ya se habían acoplado a Lucerys cada vez que se le antojaba salir de la torre hacia el jardín interno hacían sonar sus armaduras siguiendo el ritmo de ambos, los cuatro en absoluto silencio más allá de la marcha.

El cambio drástico en el número de antorchas y decoraciones le hizo saber a Lucerys que estaban, desgraciadamente, cerca del salón en donde iba a llevarse a cabo la cena; saberse en el mismo salón que la familia de Aemond - que era también, en teoría, su familia - y que posiblemente sus hermanos, en comparación con el beso fortuito de Aemond minutos atrás, ponían a prueba sus nervios.

Al divisar la proximidad inmediata del salón y oír voces provenientes de su interior, Lucerys aceleró el paso y se acercó instintivamente al costado de Aemond. El Alfa, al notar el creciente nerviosismo de Lucerys, aminoró el paso hasta detenerse.

— ¿Qué sucede?

De nuevo, ambos estaban demasiado cerca el uno del otro, pero en esa oportunidad Lucerys necesitaba de esa cercanía; sin nadie de confianza, sin sus hermanos o su madre, Aemond era lo más próximo que tenía para intentar aferrarse a algo al sentirse acorralado por sus propias emociones. Tomándolo por los hombros, Aemond lo sacudió suavemente pues Lucerys dirigía la mirada alternativamente de las puertas del salón a él.

— Tengo miedo.— confesó Lucerys intentando que no le temblara la voz. Al oírlo, Aemond alzó la cabeza e hizo una seña a los guardias, quienes se alejaron desandando sus pasos.

— ¿De mi madre y mis hermanos? No tienes que...

— No. De mis hermanos.— interrumpió Lucerys, resoplando sin poder contener la histeria, estallando. Aemond aguardó a que continuara, más no lo hizo.

— ¿A qué le temes, precisamente?

— A...— Lucerys balbuceó, agitando los brazos sin encontrar las palabras.— A no poder mirarlos a los ojos. A que me juzguen por estar plácidamente allí, contigo. A que Jace me acuse de traidor, a que Joffrey me mire con decepción. A eso.

Al terminar la frase, su voz se quebró un poco y se sintió un maldito cobarde e idiota por exteriorizar aquello. Aemond, quien seguía observándolo seriamente, terminó acercando a Lucerys en un movimiento lento y suave que le permitía al Omega rechazarlo, más no lo hizo y su rostro terminó sepultado en el cuero negro de la chaqueta ajena. Suspiró cuando sintió los brazos de Aemond rodeando su espalda en un abrazo que podía clasificarse como tímido.

— No puedes vivir pensando constantemente en la opinión del resto. Ya no.— susurró Aemond sobre su cabeza.— No creo que nada de eso suceda. Recuerda que ellos están en la misma posición que tú.

— Ellos deben estar resistiendo.

— ¿Resistiendo a qué, Luke?

Que recordara, era la primera vez que Aemond utilizaba su apodo de una manera que no sonaba ofensiva. Pensando en su pregunta, a Lucerys se le ocurrían unas cuantas respuestas pero la mayoría de ellas eran conflictivas o vergonzosas. Con el paso de los segundos, Aemond terminó resoplando y apartando a Lucerys, quien levantó la cabeza para mirarlo. Al menos no se había puesto a llorar como un niño.

Consejo Sangriento [Lucemond]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora