𝟶𝟷: 𝚀𝚞𝚎 𝚜𝚎 𝚓𝚘𝚍𝚊 𝚎𝚕 𝚎𝚚𝚞𝚒𝚙𝚘 𝙶𝚘𝚕𝚍𝚎𝚗

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Teniente

Moonie cuelga de una de esas gruesas tuberías que flota sobre nuestras cabezas, lista para luchar con todas sus fuerzas en caso de que Mae y yo fallemos en aquello del factor sorpresa. Tengo mi francotirador bien apuntado a una lujosa y muy confusa computadora llena de pantallas, mientras me siento en el punto más lejano de la escena.

No me gusta dejar a mis chicas abrirse paso solas mientras yo no pueda estar cerca para auxiliarlas, pero confío tanto en ellas para cuidar mi vida y la suya propia, que ya he ido consiguiendo una costra que me protege de cualquier síntoma de ansiedad que una misión pudiera provocarme.

Mae comienza a reptar por las rejillas qué se esconde debajo de nuestro objetivo, pues así será más fácil para ella acceder al sistema de cableado qué impulsa la dichosa máquina. Sunnie, Nanny y Pennie están aquí como de mero apoyo, en caso de que la situación se salga de control. Y todas ellas, así como yo, están usando su alias de agente para proteger su identidad.

Yo soy el plan "B". Si mi compañera falla o es descubierta, tengo que disparar al punto exacto que detonará una explosión en cadena en todo el sistema que los "Cuervos" (como llamábamos a la organización qué dirigía la red de tráfico de armas más grande en esta zona) están usando ya desde hace unos cuantos meses. Esto no sólo arruinará la información de su estación actual, tenemos la teoría de que causaría estragos a gran escala en toda la extensión de su red por todo el país.

Mae sonrió y me levantó un pulgar, muy consciente de que podía verla por la mira.

Yo no era el mejor en eso de tener tino. Tenía entrenamiento, como todo agente de la IMAS, pero nada excepcional, además de que me encontraba muy cerca de conseguir el término "peligro mortal para la vida" cuando cargaba un arma que requería de mi puntería. A mi director general no le importó, y me había asignado como francotirador oficial durante los anteriores dos meses porque, según él, todos debíamos desarrollar nuestras habilidades. Gracias a algún dios esos dos meses acaban hoy.

Giro un poco intentando encontrar en mi campo de visión a Pennie, quien está atenta a cada movimiento que sucede en nuestra nueva, momentánea e improvisada arena de batalla. Ella, a comparación mía o de Mae, odia salir a pelear. Podía estar en el campo disparando desde lejos o ser muy buena infiltrándose, pero tiene las peores habilidades en un combate mano a mano, sin embargo, la desestabilización en los roles asignados por nuestro superior, la obligaron a tomar ese puesto. Se había enojado conmigo. Por supuesto, impotente de que, como su líder, no hubiera abogado más por las chicas. Pero ella nunca supo que me gané una buena infracción por hablar de más ante el director.

—Lo tengo... —el susurro de Moonie me llega por el comunicador—. Espero la señal...

—Proce- —y de pronto no puedo acabar.

Antes de entender qué está pasando, un pequeño pero peligroso bloque de concreto me golpea de lleno en el hombro, impulsando inevitablemente, a mi cuerpo hacia el descomunal vacío del alcantarillado de Seúl. La roca no solo había dado en mi costado, pues un fuerte dolor de cabeza se hace presente y hay sangre resbalando desde mi frente. El dolor me marea y el impacto me desestabiliza. Estoy dolorido y aturdido por el sonido de la explosión. ¿Qué pasó? ¿Nos descubrieron?

—¡Líder! —es la voz de Nanny, que me logra espabilar justo tiempo para proyectar mi garra (un gancho que me ayuda a sostenerme desde casi cualquier altura), que se engancha a lo primero que puede y, con su cable tensionado, me evita una horrible muerte por una caída de cinco metros.

—Cúbranse —ordeno—. ¿Han sido comprometidas?

Tan solo a veinte centímetros de mi cabeza, una bala impacta contra el muro.

Izquierda y DerechaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora