𝟶𝟺: 𝚎𝚕 𝚌𝚘𝚗𝚝𝚛𝚊𝚝𝚘 𝚍𝚎𝚕 𝚖𝚊𝚝𝚛𝚒𝚖𝚘𝚗𝚒𝚘

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Teniente

Es lunes y el cansancio rezagado del fin de mes por fín recae sobre nuestros cuerpos. Estamos de camino a casa después de pasar un rato en el restaurante japonés de la esquina, el cual regala un Temaki de vegetales en la compra de ramen. Aunque estamos cansados, el día ha sido uno de los pocos tranquilos que hemos vivido desde que tenemos casa llena. Fuimos temprano a entrenar y después trabajamos un rato en el complejo, en el área de investigación, por lo que los roces no fueron necesarios.

El pasillo que da con todos los departamentos de nuestro piso está en un sospechoso silencio, iluminado por las parpadeantes lámparas en el techo. Algo anda mal si las cosas están tranquilas con los del Golden, pero decido no hacer preguntas ni quejarme. Estoy exhausto mentalmente.

Abro la única puerta que no da con un espacio habitacional y permito que las chicas entren a nuestra pequeña y casera sala de reuniones. Para mi resignación ya está ocupada, pero el espacio no es un problema, pues la habíamos habitado para que cupieran hasta veinte personas sin incomodar, dentro.

El problema es la cara de molestia del sargento, la sombra incómoda que cae sobre Seokjin y Yoongi, más el enfado en Jungkook, a quien creo que le caigo peor. No sé bien porqué, pero en este momento no me puede importar menos.

—¿Discuten casos clasificados? Podemos venir después—se me apresura mi mano derecha, sabiendo muy bien cómo ha resultado mi manejo de ira en los últimos días y la situación en la que hemos quedado el líder y yo.

—¿No es obvio? —responde Jimin con disgusto, y algo me dice que le ha ganado por poco a Kim antes de que éste contestara algo similar.

Jeong le regresa el gesto pero solo asiente. No sé qué pasaba entre esos dos, pero es algo que puedo averiguar por mi cuenta o dejar que ella confíe en contármelo cuando esté lista.

—¿Podemos hablar luego sobre esto? Necesitamos establecer horarios.

—¿Quieres comenzar a dar odenes?

Puedo jurar que algo muere en mi cerebro por intentar controlar la rabia que siento.

—Horarios, Kim. Somos dos equipos completos, necesitamos ambos el espacio y es necesario llevarnos... No llevarnos tan mal —me corrijo.

Veo como, muy disimuladamente, Jin le da una patadita para avisarle que es mejor contenerse. Así lo hace. Luego me asiente.

—Ya íbamos a acabar de todas formas —explica comenzando a tomar sus documentos.

Taehyung y JK hacen gestos de clara frustración, lo que me indica que aún no habían terminado del todo. La mirada seria de Jimin y la incomodidad en la cara de los mayores solo me confirma que tampoco les parece esa desición.

—No tienes que ceder así. Solo es hacer acuerdos. Después. Volveremos cuando acaben.

—¿Por qué no aceptas lo que digo? ¿Quieres que estemos en el mismo lado o no?

Escucho como Eun le susurra a Nam-gil que cuál era el premio por soportar cada pelea marital qué Kim y yo tuviéramos. Tal vez no las tendríamos si alguien no se esforarzara en ser un idiota.

—¿En tu cabecita es correcto que el estar del mismo lado significa hacer todo lo que el otro quiere?

Maldita sea, ¿por qué me cuesta tanto trabajo quedarme callado? Es imposible no responder a este hombre con la misma moneda que me da. Es frustrante, un idiota.

Siento los suspiros de algunas de las chicas a mis espaldas y no puedo dejar de repetirme mentalmente que debo detener esto antes de que comience.

—¡Maldito el día en el que nos tocó trabajar contigo! Tu padre estaba en lo correcto. Eres uno solo, pero fastidias como cientos.

Izquierda y DerechaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora