UNA VISITA MAL PARADA

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El coche, en marcha, rugía frente al portal de la casa, el hombre timbró una y otra vez, y miraba por los cristales al lado de la puerta. Nadie respondía. Tocó de nuevo haciendo que, de una ventana próxima, se asomara una señora.

― Disculpe, señora – reculó el hombre sin pisar el césped para que la señora lo viera y así poder hablar. – No sabrá usted cuándo volverá el hombre que vive aquí, en el 1ºA.

― No sé quién serás, pero el hombre que vivía allí ya hace, como ocho años, que se marchó. Por lo visto se casó o algo y como el piso les era pequeño se mudaron.

― Ya veo... – se rascó el cuello – ¿y no sabrá usted por casualidad a dónde?

― No, la verdad es que aquel hombre imponía bastante como para ir pidiéndole nada – dijo la mujer mientras empezaba a tender la ropa.

― Vale, siento las molestias – se encaminó al coche y se sentó frente al volante. – A donde podría haberse ido ese hombre... – marcó un número de teléfono mientras ponía el manos libres y retomaba la carretera.

― 101 al habla ¿dígame? – respondieron.

― Hack, soy Boris, te acuerdas de que me debes un favor. Pues necesito que busques a alguien.

― Está bien, pero cada vez que tienes que buscar a alguien acabas cogiendo un avión. Creo que tendrías que ir preparando las maletas.

Al día siguiente, Boris estaba en otro estado, frente a una valla blanca que guardaba en su interior un precioso jardín y una casa al estilo película estadounidense. No había timbre y la valla parecía abierta, así que deslizó suavemente la puerta. Caminó por un paseo de piedra evitando pisar el césped hasta llegar a la puerta de la casa, pero antes de timbrar apareció una preciosa niña de claro cabello que vestía un vestido rojizo y un lazo. Estaba riendo y saltando antes de pararse en seco al verle llegar a la puerta. Antes de que Boris pudiera ni mover un brazo, aparecieron dos perros, un dóberman y un rottweiler, que se colocaron junto a la niña.

― ¡Mamá! Tenemos visita – exclamó la niña mientras volvía a desaparecer por la esquina de la casa.

Boris aprovechó para tocar el timbre, sin quitarles el ojo a los dos animales que se habían sentado allí, vigilándole.

― Buenas tardes. – saludó una mujer abriendo la puerta – ¿En qué puedo ayudarle?

Otro impacto para el hombre, en ver la hermosura de mujer que le había abierto la puerta. La niña apareció detrás de su madre agarrándole de la ropa.

¡Ah! Sí, perdone – se desembelesó por la imagen – Donde están mis modales. Soy Boris, y estoy buscando a un amigo llamado Leónidas.

― ¿Qué requiere de él? – preguntó con frialdad. – Entienda que no puedo dejar pasar a un desconocido que se presenta así. – dijo mientras hacía que la niña se fuera al interior de la casa.

― Mi aspecto la ha sorprendido, lo siento, pero es lo que tiene que trabaje en las fuerzas militares.

― Él ya no tiene nada que ver con eso, así que por favor márchese – comentaba ya cerrando un poco la puerta.

Boris puso el pie para evitar que cerrara del todo, a lo que los perros se lanzaron en ver la escena. El hombre reculó mientras la mujer conseguía cerrar y los perros se ponían frente a la puerta.

― ¡¡Que es todo este jaleo!! – se alzó una voz desde la ventana del primer piso de la casa.

Boris ya fuera del jardín, y con los pies en la acera de la calle, vio cómo se asomaba Leónidas.

Los asesinos de Noir (Finalizada y Publicada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora