La joven princesa luchó fieramente contra el alfa que sostenía firmemente su cuello. Sin embargo, todos los presentes sabían que no tenía oportunidad frente al colérico alfa que parecía querer quebrar su cuello como si fuera un simple escarbadientes. La escena era desgarradora, su valentía apenas podía mitigar el terror que parecía sentir.
Era de conocimiento general que los alfas eran incondicionalmente fieles a sus parejas, incluso llegando a dar sus vidas para protegerlas. Por lo que Beomgyu no pudo evitar preguntarse cuánto odio debería existir en esa relación para que el alfa atacara a su prometida de aquel modo.
El momento más oscuro de la noche, aquel justo antes de que el primer rayo de sol se asomara por el horizonte, se cernió sobre ellos rodeandolos con una bruma cargada de temor y perplejidad. El miedo avanzó sobre sus corazones cuando vieron como Gaeul desenfundó una daga de plata de su muslo derecho, que en la desesperación de salvar su vida, enterró hasta el mango justo debajo de la costilla derecha del alfa. Todos los cambia-formas ahogaron sus respiraciones cuando escucharon el gemido de dolor, sintiéndolo como propio.
Las heridas infligidas por plata eran mortales para los licántropos, después de todo, el proceso de curación era extremadamente lento. En heridas tan graves, era un milagro si un lobo llegaba a sobrevivir a la hemorragia, y si lo hacía, los días siguientes la herida abierta provocaba una sensación de ardor y quemazón que persistía durante días, impidiendo una adecuada cicatrización. Sin los cuidados necesarios, existía el riesgo de que se infectaran.
Los ecos de pasos apresurados desde el interior del castillo advirtieron de la llegada de los guardias, quienes rápidamente rodearon el cuerpo del alfa intentando detenerlo. La princesa Gaeul corrió desesperada en dirección a la Reina Balam buscando protección y consuelo, lo cual encolerizó más al alfa.
Enfurecido, malherido y vulnerable era sin duda una combinación que podía llevar al desastre. Beomgyu observó consternado como una pelea feroz se desató frente a sus ojos cuando el alfa arremetió contra los quince guardias que querían reducirlo y contenerlo.
Beomgyu sabía que no quedaba tiempo, vio cómo a medida que la pelea se volvía más violenta, las facciones del príncipe se volvían más animales. Sus colmillos blanquecinos y sus garras habían crecido demasiado, estaba al borde de una transformación a su lobo.
—¡Detenganse, si lo siguen atacando solo empeorará! —pero nadie lo escuchó.
La reina Balam mantuvo una expresión atónita ante la situación, casi sin poder creer lo que sus ojos veían. Su piel pálida y figura delgada daban una idea de los meses en vela y angustia que pasó viendo a su hijo mayor deteriorarse con el pasar del tiempo. Beomgyu pudo ver en su expresión el sufrimiento de una madre que estaba a punto de perder a su hijo. Su esperanza parecía esfumarse poco a poco al entender silenciosamente la situación.
Pero el omega no se permitió perder la esperanza.
La batalla que dio fue impresionante. Aun cuando su cuerpo estaba malherido y demacrado después de meses de estar postrado en una cama, fue derrotando uno por uno a los guardias sin mucha dificultad. Pero Beomgyu no tuvo tiempo de sentir pena por sus magullados cuerpos desparramados alrededor del alfa, el pánico empezó a sentirse cuando el alfa pareció tomar a la multitud como su próximo objetivo.
—¡Todos adentro! —exclamó la reina al personal del castillo, su expresión reflejando alivio al ver a Yeonjun allí— Levanta las barreras protectoras, que nadie pueda entrar o salir. —el mago se apresuró a entrar rápidamente al castillo.
Un paso antes de cruzar por la puerta se detuvo y observó a Beomgyu con pánico al ver que no lo seguía.
—¡Entra, es muy tarde! —gritó desesperado. Beomgyu vio todas las cabezas asomarse por los amplios ventanales, los numerosos pares de ojos lo observaron como si estuviera loco. El sonido de algo romperse indicó que el último guardia fue derrotado, observó rápidamente la expresión casi animal en el rostro del príncipe, lo cual lo llenó de duda y miedo
"El bosque nos pide que lo salvemos. Aun si morimos, es nuestro deber intentarlo". Escuchó decir a su omega.
Controlando sus emociones y confiando plenamente en su omega, miró a Yeonjun con calma, regalándole una sonrisa gentil mientras negaba con la cabeza. —Yeonjun. —regañó la reina con voz firme, por lo que con una última mirada, el mago ingresó al castillo.
Las puertas se cerraron detrás de él y casi inmediatamente tres barreras se alzaron imponentes. Una protegiendo al castillo y las otras dos en las dos murallas del reino.
Sabía que era una locura, un omega nunca podría ganarle a un alfa, ni en la situación más insólita. La diferencia de fuerza, tamaño y reflejos eran abrumadoras, pero quería apostar por sí mismo.
La demacrada condición contraria era una ventaja para él, además durante su travesía por diferentes manadas, entrenando con lobos más fuertes y grandes que él, había aprendido un par de trucos que lo habían salvado más de una vez. Era cierto que tenía una contextura sin mucho músculo, su figura era más bien delicada, con caderas anchas y cintura marcada, propia de los de su raza. Pero era ágil, veloz y tenía reflejos envidiables, lo cual había aprendido a usar a su favor.
Además no necesitaba ganarle, solo necesitaba crear una brecha.
Todos sus instintos se alarmaron cuando los centelleantes ojos rojizos se posaron sobre su cuerpo. Esperó el momento exacto para esquivar el primer ataque cuando el alfa se abalanzó sobre él, lográndolo con éxito. Repitiendo el mismo patrón en los siguientes golpes, se dedicó a esquivar cada uno evitando utilizar la fuerza. Necesitaba cansarlo, no debería pasar mucho más tiempo antes de que su cuerpo colapsara por sí mismo.
Los espectadores observaron hipnotizados la pelea. El joven desconocido se movía con gracia cada vez que esquivaba los golpes, casi parecía que bailaba alrededor del alfa enojado, provocándolo con sus movimientos. Muchos reconocieron el valor del chico, quien sin saberlo se iba ganado poco a poco el respeto de la multitud.
El único valiente que aún se mantenía en pie frente a un alfa que se había encargado de quince guardias en un respiro. Simplemente impresionante.
Aunque no todas las veces logró salir ileso, las afiladas garras lo alcanzaron cortando su piel llenando el ambiente de un denso olor al hierro de la sangre. Contrario a lo que pensaba, el alfa aprendió de sus movimientos, logrando imponerse poco a poco sobre él. Pronto se encontró en el suelo con el alfa gruñendo a unos pocos centímetros de su rostro, exigiendo sumisión del irrespetuoso lobo más pequeño.
Beomgyu se negó a enseñar su cuello, en cambio, sostuvo la mirada contraria con descaro. Ignoró completamente la vibración del bosque, los lloros de su omega y la multitud que los miraba.
En un movimiento certero, enredó sus piernas con las del príncipe invirtiendo sus posiciones. Las garras contrarias se enterraron en la piel de sus brazos arrancándole un grito de dolor, pero sin poder perder un segundo y sabiendo que no tendría otra oportunidad igual, tiró de su brazo derecho sintiendo su piel desgarrarse en el proceso. Hurgó en su bolsillo con desesperación sintiendo el pequeño frasco de líquido violáceo, y en un parpadeo, sostuvo las mejillas contrarias manteniendo los labios abiertos para poder verter el contenido. Nunca pensó que podría ser tan rápido en su vida.
El alfa se removió violentamente debajo suyo, ya casi sin fuerzas debido a la pérdida de sangre, pero aún se rehusaba a ceder por lo que sostuvo las muñecas del castaño con tanta fuerza que sintió que iba a romperlas, intentando apartarlo para poder escupir el líquido amargo. Pero Beomgyu se adelantó a las intenciones del alfa, por lo que antes de que pudiese escupir el veneno selló sus labios con lo único que se le ocurrió en aquel momento de desesperación.
Sus propios labios.
Diosa Luna, iba a arrepentirse después. Estaba seguro.
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Sons of the Moon - Omegaverse
FanfictionDespués de fingir toda su vida ser algo que no es, Choi Beomgyu encuentra un alivio a su agitada vida en una manada al norte. Pero no duró mucho, y antes de poder acostumbrarse a la calma, su secreto es descubierto y se ve empujado a huir lejos. Ka...