CAPÍTULO 9

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La mañana siguiente llegó con un aire de tensión palpable. Me desperté temprano, pero no había dormido bien. Los eventos de la noche anterior seguían frescos en mi mente, y la confrontación con Matteo había dejado una marca profunda. Me estiré en la cama, tratando de sacudir la pesadez de mi cuerpo. El reloj marcaba las 6:30 AM.

Me levanté y fui directamente al baño. Una ducha caliente ayudó a despejar un poco mi mente, pero el nudo en mi estómago persistía. Me vestí con ropa cómoda y me dirigí a la pequeña cocina del motel, esperando encontrar algo de calma.

Matteo ya estaba allí, como siempre, preparando café. Me miró de reojo cuando entré, pero no dijo nada. El silencio entre nosotros era denso, cargado de cosas no dichas y emociones reprimidas. Me serví una taza de café sin decir una palabra, intentando mantener mi orgullo intacto.

Nos sentamos a la mesa en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Después de unos minutos, Matteo rompió el silencio.

— Tenemos que hablar —dijo, su voz más suave de lo que esperaba.

Lo miré, levantando una ceja en señal de sorpresa. Estaba claro que quería explicarse, pero no estaba segura de querer escucharlo. Sin embargo, asentí, dándole una señal para que continuara.

— Lo que hiciste anoche fue imprudente —comenzó, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Entiendo que querías ayudar, pero pusiste a todos en peligro. No fue una decisión fácil, pero tengo que apartarte de la misión por ahora.

Sentí una oleada de rabia y dolor, pero mantuve mi compostura.

— No puedes simplemente decidir eso por mí —dije, mi voz fría—. He trabajado duro para llegar hasta aquí.

— No se trata de cuestionar tu dedicación o tus habilidades —replicó Matteo, su tono conciliador—. Pero esta misión es demasiado peligrosa y no puedo arriesgarme a que algo salga mal por una decisión impulsiva.

Miré hacia otro lado, tratando de contener mis emociones. No quería que viera lo mucho que sus palabras me afectaban. Matteo suspiró, visiblemente frustrado.

— Tienes que entender, esto no es un castigo —continuó—. Es una medida de precaución. Leonardo no es alguien con quien se pueda jugar.

— ¿Y qué se supone que haga ahora? ¿Quedarme aquí y esperar mientras ustedes arriesgan sus vidas? —repliqué, mi orgullo herido.

— Hay otras formas en las que puedes ayudar —dijo Matteo—. Necesitamos a alguien que mantenga las comunicaciones seguras, que gestione la información que obtenemos. Es un papel crucial.

Sabía que tenía razón, pero eso no hacía que fuera más fácil de aceptar. Asentí lentamente, sin decir nada.

— Esto no significa que no confíe en ti —añadió Matteo—. Significa que quiero que estés a salvo.

Lo miré directamente a los ojos por primera vez en lo que parecía ser una eternidad. Vi la sinceridad en su mirada y, a regañadientes, acepté su razonamiento.

— Está bien —dije finalmente, mi voz baja—. Haré lo que pueda desde aquí.

Matteo asintió, aliviado. Nos quedamos en silencio por unos momentos, cada uno asimilando lo que se había dicho.

Pasamos el resto de la mañana preparando todo lo necesario. Matteo me mostró cómo gestionar las comunicaciones y cómo asegurarme de que toda la información estuviera protegida. Era un trabajo tedioso, pero sabía que era crucial para la misión.

Al mediodía, Matteo trajo algo de comida rápida. Comimos en silencio, ambos concentrados en nuestros pensamientos. De repente, Matteo rompió el silencio.

ENTRE SANGRE Y VENGANZA [#2 LEY Y CAOS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora