CAPÍTULO 10

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Dos días después.  

Me desperté con una sensación de inquietud y un peso en el corazón. Era mi cumpleaños, pero las circunstancias actuales no dejaban espacio para celebraciones. Desde el enfrentamiento en el almacén, Matteo y yo habíamos estado inmersos en la planificación de la misión en el puerto. La tensión no había disminuido, y la carga de la responsabilidad era palpable.

Me levanté temprano, antes de que el sol saliera, y me dirigí a la pequeña cocina del motel. Matteo estaba allí, como siempre, con una taza de café en la mano y una expresión concentrada en su rostro. Sus heridas estaban mejorando, pero aún se veían los rastros de la pelea. Cuando me vio, una sonrisa leve cruzó su rostro, pero había algo diferente en sus ojos, una especie de preocupación.

—Buenos días, Bria —dijo, su voz suave.

—Buenos días —respondí, sirviéndome una taza de café y sentándome frente a él.

El silencio entre nosotros era cómodo, una especie de tregua en medio del caos. Después de unos minutos, Matteo rompió el silencio.

—Sé que hoy es un día especial para ti —dijo, sus ojos encontrando los míos—. Feliz cumpleaños, Valentina.

Me sorprendió que se hubiera acordado. No había mencionado mi cumpleaños a nadie, y en medio de toda la tensión, no esperaba que alguien lo recordara.

—Gracias —respondí, sintiendo un nudo en la garganta—. No esperaba que te acordaras.

Matteo sonrió y sacó algo de su bolsillo. Era una pequeña caja envuelta en papel sencillo. Me la entregó con una mirada seria.

—No es mucho, pero quería darte algo —dijo, observando con atención.

Tomé la caja, sorprendida y agradecida. La abrí con cuidado, revelando una pulsera delicada con un pequeño colgante en forma de estrella. Era simple pero hermoso, y algo en el gesto me conmovió profundamente.

—Es preciosa, Matteo —dije, sintiendo que mis ojos se llenaban de lágrimas—. Gracias.

Él sonrió, y por un momento, todo el estrés y la tensión parecieron desvanecerse. Me observó cuando me ponía la pulsera, y después, cuando estábamos cara a cara, me apartó un mechón de pelo, y el contacto de sus manos en mi cuello me hizo sentir una calidez inesperada.

—Espero que te traiga suerte —dijo, su voz baja y sincera.

Asentí, incapaz de encontrar las palabras adecuadas. Había mucho que quería decir, pero el momento no parecía el adecuado. En cambio, nos quedamos en silencio, disfrutando de la paz momentánea.

Antes de que nos diéramos cuenta, no sé quien empezó, solo recuerdo que yo estaba en la encimera con Matteo entre mis piernas y besandome, no se como ocurri, pero ninguno de los dos iba a pararlo. 

Me apreté contra él, y Matteo me devolvió el beso con pasión y deseo. Su lengua fue profundizando en mi boca, y yo me rendí a su abrazo. El café y el silencio que nos rodeaba se hicieron irrelevantes, y solo quedó el momento presente, pleno de sensaciones.

Me desperecé un poco, y Matteo me levantó en sus brazos, llevándome a la habitación que nos servía de refugio. 

Pero antes de que pasase nada nos dimos cuenta de lo que íbamos a hacer, al principio pensé que no me importaba, solo quería tener eso que necesitaba, pero después nos veía reflejados y no veía una relación de ese tipo, me veía a mí, con Matteo en una casa, con un perro los dos felices, siendo normales, sin tener que huir, y tampoco tener que cambiarme el nombre, sin que nuestras familias importasen, cuando ví todo eso me dí cuenta de que no podía simplemente… follar, yo quería más, lo quería solo para mí. 

ENTRE SANGRE Y VENGANZA [#2 LEY Y CAOS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora