03. 10 semanas
Diana 🤰🏻
Era la segunda vez que vomitaba esa mañana, y el malestar estomacal no mejoraba. Me miré en el espejo, buscando cualquier daño en mi perfecto maquillaje, se suponía que nada iba a pasar así, que mis ojos no estarían llorosos y mi piel pálida como un papel. Estaba a punto de presentar mi estrategia de trabajo, los nervios no podían estarme devorando viva. ¡Por un demonio! Ni siquiera era una mujer que se ponía nerviosa con facilidad.
—Diana, ¿estás bien?
La asistente de mi jefe se encontraba detrás de la puerta, la preocupación se evidenció en el tono de su voz que sonó después de dos toques en la pesada madera. No, no lo estaba. Llevaba enferma del estómago desde hacía dos semanas atrás, al principio pensé que la resaca después de todo lo que tomé en la boda, era la culpable de mi intolerancia para ciertos alimentos, con el paso de los días, asumí que había pescado alguna infección por comer comida callejera. Mamá solía advertirme de que algo así podría ocurrirme por mi aversión a la cocina.
—Solo me cepillo los dientes y salgo. ¿Ya llegaron todos?
—Ya casi.
Busqué el cepillo dental que guardaba en mi kit de emergencia, en cuanto lo hallé me cepillé los dientes, desesperada por quitarme el asqueroso sabor de mi desayuno de la boca. El labial en mis labios se borró por culpa de la espuma, apenas me sequé los labios, volví a ponérmelo, con las manos temblorosas, por culpa de mi estúpida ansiedad.
Nada va a salir mal. Tienes todo bajo control. Eres una profesional. Sabes de lo que vas a hablar. Repetí mentalmente todas aquellas afirmaciones, con la mirada fija en mi reflejo, convenciéndome de que tenía todo bajo control, para calmar la repentina angustia en mi pecho. Tras una honda respiración abrí la puerta, con una sonrisa en los labios que ocultaba mi inseguridad profesional.
Lucía linda, con mi atuendo profesional que había elegido con sumo cuidado la noche anterior. Opté por ponerme un pantalón algo holgado, que combine con un chaleco rojo, el color del equipo. Era un pequeño guiño que nadie iba a apreciar, pero con el que me sentí encantada. Me pasé las manos por el pelo para echarlo hacia atrás, lo llevaba suelto, y lacio, dediqué una hora entera en arreglarlo.
—Hola, ya estoy bien.
Cristal me sonrió, y me apuntó con la barbilla la puerta de la sala de juntas. Con ella a mi lado avancé hasta ahí, escuchando únicamente a mis tacones chocando contra el suelo. Christian Baxter tenía un piso entero que funcionaba como sus oficinas, administrativos, prensa, departamento legal, patrocinios, todo se atendía desde ahí. Antes de aquella mañana no conocía el sitio, por el que me desplazaba con una confianza más falsa que el novio que siempre me inventaba para alejar a los hombres.
—Christian ya llegó, Abel ya está esperando.
Respiré hondo y empujé la puerta, había una sonrisa puesta en mi cara, para el jefe de prensa del equipo al que Christian pertenecía. Para mi sorpresa, no era el único en la sala. Javi, que en teoría era el coach de Christian, estaba ahí, a su lado, con la chaqueta y la gorra roja que formaba parte del uniforme.
ESTÁS LEYENDO
Todo lo que nunca quise
RomanceDiana, una joven periodista deportiva que no cree en el amor, se da cuenta de que está embarazada la misma semana que inicia en el empleo de sus sueños. Su panorama se complica cuando descubre que el padre de su bebé, un desconocido con el que tuvo...