Diana, una joven periodista deportiva que no cree en el amor, se da cuenta de que está embarazada la misma semana que inicia en el empleo de sus sueños. Su panorama se complica cuando descubre que el padre de su bebé, un desconocido con el que tuvo...
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Una disculpita por la demora, he estado perdida trabajando en cosas que tal vez pronto pueda contarles. Espero disfruten mucho este capítulo, tanto como yo escribirlo.
08. Juntos en esto
William 🏍️
Sentado sobre una silla poco cómoda y sumido en un silencio que se sentía extraño, reproduje mi última conversación con Diana. No había hecho otra cosa desde que fue llevada a un cuarto para ser examinada, al que, por supuesto, no me dejaron entrar. Sus palabras se repetían con exactitud en mi mente, incluso el tono que usó para pronunciarlas. No estaba seguro si era por el shock en el que me dejaron, o por mi necesidad de asegurarme de que todo lo que escuché era cierto, no una de esas cosas que salían de su boca rápida cuando se sentía acorralada.
Su teléfono vibró entre mis manos una vez más, distrayéndome de mis cavilaciones profundas. Durante los últimos treinta minutos —tiempo que llevaba en el pasillo sin saber nada de ella—, sus amigas llenaron sus notificaciones de mensajes. Intenté desbloquear la pantalla para darles alguna noticia que las calmara, sin embargo, no conseguí adivinar su patrón. Temiendo bloquearlo de alguna manera permanente, dejé de buscar combinaciones y solo lo sostuve entre mis manos.
Pretendía ignorar de nuevo el zumbido insistente, hasta que me percaté de que no se trataba de un mensaje. En la pantalla iluminada apareció el nombre de Maia, acompañado de un corazón rojo. Deslicé el dedo aceptando la llamada un poco impaciente por la espera.
—¡Maldita sea, Diana! ¿Por qué no respondías?
Me aclaré la garganta ante su exaltación, tan confundido por lo que ocurría que de primer momento no supe qué decir.
—Soy Will, están examinando a Diana. No me permitieron entrar con ella, me quedé con su teléfono —dije con prisa, casi de manera automática.
El largo suspiro que sonó del otro lado fue seguido de murmullos, otra voz femenina que no identifiqué, y que comenzó a interrogar a Maia con insistencia.
—¡Dame un momento, Michelle! William, ¿tú nos enviaste la ubicación del hospital?
—No, fue Diana. Ella estuvo intentando comunicarse con ustedes todo el camino, hasta que entramos aquí y la llevaron a un cuarto.
—Pregúntale si aún no tiene noticias de ella —escuché a lo lejos otra voz.
—No sé nada todavía —respondí, anteponiéndome a la pregunta que se suponía debía hacerme.
—Estamos aquí, vamos directo a la zona de emergencias.
El ruido de un portazo se mezcló con la respiración acelerada sonando en mi oído. Sostuve el teléfono con más fuerza con la intensión de decir algo, sin embargo, de nuevo no fui capaz de ordenar mis ideas. Colgué y me aparté el teléfono de la oreja, desesperado por salir de la confusión en la que me hallaba envuelto.