Capítulo 2

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Querido y amable lector,

Puedo asegurar que todas las muchachas casamenteras están eufóricas por el próximo baile de mascaras que tendrá lugar en la casa Bridgerton.

Desde hace semanas se ve a las jovencitas preparando sus trajes, solo espero, y deseo que ninguna de ellas se sobrepase hasta parecer un repollo.

Tendré mis ojos vigilando cada lugar de la velada.

Atentamente, lady Whistledown.


El sol de la mañana iluminaba la casa Bridgerton con su habitual calidez, pero ese día había un aire de emoción palpable en el ambiente. La familia Bridgerton se preparaba para el esperado baile de máscaras que la señora Violet Bridgerton ofrecía esa noche. Victoria se había levantado temprano, como siempre, pero hoy tenía una misión especial: asegurarse de que cada detalle del baile fuera perfecto.

Victoria supervisaba la disposición de las mesas en el gran salón, revisando la lista de tareas en su mente, una de sus compañeras, Lili, se la había días atrás para que pudiese memorizarla, ya que Victoria nunca había aprendido leer. Las flores debían estar frescas y bien colocadas, los candelabros pulidos hasta brillar y las máscaras distribuidas de manera que cada invitado encontrara la suya sin problemas. Era un trabajo arduo, pero Victoria lo hacía con esmero, sabiendo cuánto significaba esta noche para la señora Bridgerton y sus hijos.

- Victoria, asegúrate de que las máscaras estén ordenadas según el color del vestuario.-  indicó la señora Bridgerton mientras pasaba con una lista en la mano.

- Por supuesto, señora.-  respondió Victoria con una sonrisa, inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto.

Los preparativos se extendieron durante todo el día. A medida que avanzaba la tarde, Victoria comenzó a sentirse ansiosa. Aunque disfrutaba de su trabajo y se enorgullecía de hacerlo bien, no podía evitar sentir un nudo en el estómago. El pensamiento de ver a Benedict esa noche, aunque sabía que él estaría ocupado con sus invitados, la llenaba de una mezcla de anticipación y temor.

Finalmente, el sol comenzó a ponerse y la casa Bridgerton se transformó en un brillante espectáculo de luces y colores. Las máscaras, decoradas con plumas y diamantes de imitación, se alineaban en una mesa cerca de la entrada. Los invitados empezaron a llegar, sus risas y conversaciones llenando el aire con un vibrante murmullo.

Victoria, vestida con su sencillo uniforme de criada, se movía entre la multitud asegurándose de que todo estuviera en su lugar. Su mente, sin embargo, estaba en otra parte. En un acto de valentía –o quizás de locura– había decidido que esta sería su única oportunidad para vivir un sueño, aunque fuera por una noche. Sabía que la señora Bridgerton había encargado una máscara de repuesto, y tras asegurarse de que no sería notada, la tomó prestada.

Se escabulló a su pequeña habitación y se miró en el espejo. Su vestido de criada no encajaba con el glamour de la velada, pero su máscara, adornada con plumas plateadas y pequeños cristales, le daba un aire de misterio.

Durante todos estos años había tenido que deshacerse de muchas de sus pertenencias a cambio de dinero, aunque en ningún punto de su vida había llegado a acumular demasiadas.

Aún así, su madre siempre había conservado el sencillo vestido de novia de su abuela, de un color blanco pulido, manga abullonada y sin ningún tipo de adorno; y Victoria había continuado con la misión.

Todas las chicas ya estaban preparadas, la velada iba viento en popa, y todas sus compañeras estaban en sus puestos de trabajo, probablemente nadie se daría cuenta de su pequeña ausencia, al menos durante un par de horas.

El corazón de Benedict BridgertonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora