𝐗𝐕𝐈.

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— Victoria, ¿Todo bien?

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— Victoria, ¿Todo bien?. — La voz de Santi hablaba atravez de la puerta y a la vez daba ligeros golpes.

No conteste, no quería que nadie me viera.

Sabía que Santiago me había escuchado, pues su habitación estaba al lado de la mía, era obvio.

— Vic, contesta dale. — Ahora el tono de voz de Santiago era más preocupado.— O me sentaré fuera de tu habitación hasta que pueda verte, así tenga que quedarme acá toda la noche.

Silencio, el sabía que no abriría.

Paso un pequeño rato y por un momento pensé que Santiago se había ido, pero no, volvió a tocar la puerta.

— No me dejas otra opción.

Entonces, Santiago abrió la puerta que Enzo había dejado abierta y entró.

Santiago prendió la luz y me miró tirada en la cama, abrazando a esa almohada y tratando de contener mis lágrimas.

— ¿Pero que te paso? — Se sentó en la orilla de la cama y me miró.

Me senté en la cama, ya no me importaba que viera mis ojos llorosos y mis ánimos por los suelos.

— No lo se. — agache la cabeza con un puchero, si me seguía preguntando iba a romper en llanto.

— ¿Que paso con Enzo? — El me conocía extremadamente bien, tan bien que lo odiaba.

Eleve la mirada y limpie mis lágrimas, fue en vano pues cuando le intenté empezar a contar empecé a llorar aún peor a la vez que contaba lo sucedido, limpiaba mis lágrimas pero salían una tras otra que era imposible tener mi rostro seco.

— Aveces el mayor acto de amor es dejar ir a alguien. — solte al terminar de contar con un nudo en la garganta.

— Eso es una rotunda mentira. — Me contradijo el.

— ¿Por que?

— La persona que te ama busca mil razones para quedarse, y otras mil por si las primeras fallan. — Santiago ahora limpio las lágrimas que caían por mis mejillas.— Una persona que te ama en lugar de buscar motivos para irse, busca motivos para quedarse.

Tenía razon, y ese era motivo por el cual mi corazón se rompió aún más.

Santiago me abrazo, refundiendo mi rostro en su pecho y dando palmadas en mi espalda.

— Lo vas a resolver, Vico. — Ahora acariciaba mi cabello.

Pero las ganas de llorar eran imparables, no podía dejar de hacerlo hasta quedarme dormida, y ese era el peor sentimiento.

— Voy a viajar, mañana a primera hora. — hable ya un poco más tranquila.

— ¿A donde? ¿Por qué?

— No se, nunca lo se. — relami mis labios.— Por qué uir muchas veces es mi forma de sobrellevar mi dolor.

— ¿No es mejor ir a casa?, con tus padres.

𝐑𝐄𝐅𝐋𝐄𝐂𝐓𝐈𝐎𝐍𝐒 | Enzo Vogrincic #𝟐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora