Capítulo 2: La orquídea del año

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Las familias Cavendish y Montalván podían odiarse, pero ambas eran más parecidas de lo que les gustaba admitir.

En el extremo principal de la calle Rosbell, en la imponente mansión Montalván, una disputa acalorada tenía lugar entre padre e hija.

—Kalani, ni lo sueñes, no serás una artista. ¡El cielo no lo permita! —El señor Montalván no entendía por qué aquello siquiera estaba en discusión—. Economía y un doctorado en finanzas es lo que tienes que estudiar.

Kalani sabía que discutir con su padre era inútil, pero la mera idea de pasar sus días encerrada en una oficina, rodeada de cuentas y números, le provocaba un mareo.

—Señor —respondió con la voz calmada, esforzándose por no alterarlo—, todos mis hermanos estudiaron eso. Yo podría...

—Tú —la señaló, cortándola en seco— seguirás los pasos de tus hermanos. Fin de la discusión.

Kalani asintió, frustrada por la actitud de su padre, pero no dijo más. Salió de su oficina con la mente ya enfocada en lo que debía hacer. Aunque hubiera preferido no recurrir a su plan B, él la había empujado a ello.

Mientras tanto, al final de la calle Rosbell, en la propiedad Cavendish, a Rehan no le iba mejor.

—¿Artes? Por supuesto que no —dijo su madre, frunciendo el ceño—. Está bien que lo practiques, hijo, tienes mucho talento. Pero, ¿elegirlo como carrera?

—Mamá, es lo que quiero hacer —le suplicó Rehan con la mirada.

—Hijo, no. Estudia algo como ingeniería ambiental, botánica o biología. Algo que fortalezca el negocio familiar.

—Pero ya sé cómo plantar una flor —dijo, casi con obviedad.

La señora Rosa Cavendish suspiró. Vio el brillo en los ojos de su hijo y no era tan cruel como para negarle siquiera una pequeña esperanza.

—Está bien —dijo finalmente. Rehan saltó de alegría y la abrazó con fuerza.

—Pero con una condición —añadió rápidamente.

—Me lo suponía —Rehan soltó el abrazo y suspiró.

—Nada de hacerte ilusiones, solo vas a ver. No estudiarás artes. ¿Está claro?

—Sí, mamá —respondió aún sonriendo. Que le permitiera ir al recorrido de la academia ya era un avance. Luego, si era aceptado, vería cómo convencerlos.

Rehan salió de casa con una confianza renovada. A pesar de que el cielo estaba nublado, su buen humor iluminaba el camino. Caminó con la cabeza en alto hacia la Academia de Artes Lumière, emocionado por contar en la cena todo lo que había visto.

Mientras tanto, en la mansión Montalván, Kalani sentía un cosquilleo en el estómago mientras salía por la ventana de su habitación, cubriéndose el rostro con una capucha gris. Su escape había sido exitoso. Ahora solo tenía que llegar a la academia Lumière antes de que el recorrido comenzara, y volver a casa antes de la cena para evitar ser descubierta.

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Rehan se quedó atónito frente a la gran estructura.

El recorrido estaba por comenzar, así que Kalani se dio prisa para entrar en las instalaciones. Estaba tan absorta en la atmósfera del lugar que no se dio cuenta de la presencia de un chico hasta que fue demasiado tarde.

—Lo siento mucho —se disculpó Rehan rápidamente al verla en el suelo—. No estaba prestando atención.

Se quedó inmóvil al encontrarse con los ojos avellana de Kalani, quien aún se acariciaba el hombro por el golpe.

Las flores crecen en invierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora