Las flores crecen en invierno

capítulo 10: Espinas de cactus

El aire en la habitación se volvió aún más tenso. Rehan sintió sus manos apretarse en puños. ¿Qué hacía Leo allí? Sabía que ese chico tenía la habilidad de atraer a cualquier chica con su arrogancia y encanto superficial, pero la idea de que Kalani pudiera verse atada a alguien como él lo llenaba de rabia. No podía dejar que eso pasara.

—Oye, tú... —Rehan dio un paso hacia Leo, decidido, la furia vibrando en su voz—. ¿Qué quieres con Kalani?

Pero antes de que pudiera acercarse más, Brisa Farfalla se interpuso rápidamente entre ellos, bloqueándolo con un salto ágil.

—¡Qué gracioso es mi hermano, ¿no?! —le sonrió a Leo, intentando suavizar el ambiente tenso, aunque Leo no se dejó llevar por la broma, manteniéndose más serio que nunca—. Solo te está gastando una broma.

—Eso no es...

El joven Cavendish se quedó callado al sentir el pellizco de Brisa, forzándolo a retroceder su comentario.

—Sin duda, los artistas son gente rara —murmuró Leo con desdén, escudriñando el lugar con una mirada crítica—. Mi Kalani no debería estar en un lugar tan bajo como este.

Rehan sintió cómo la sangre le subía a la cabeza. Estaba a punto de explotar.

—¿Tu qué? —El enojo lo estaba superando, pero John intervino antes de que las cosas se salieran de control.

—Lo que él quiere decir, Leo —John habló con una calma impresionante— es que mi prima no está en la academia en este momento. Fue a la mansión por algunas de sus cosas.

Leo frunció el ceño, claramente descontento.

—Su hermano mayor me dijo que estaría aquí. ¿Qué clase de indecisión es esta?

—Lo que pasa —dijo Brisa, improvisando— es que se le olvidaron algunas cosas y salió a buscarlas de último minuto. Pero imagino que te lo avisó por mensaje, ¿verdad? —Estaba tejiendo una red de mentiras tan fina que era difícil no admirar su habilidad para mantener la situación bajo control.

—N-no, bueno... yo quería darle una sorpresa. Ella no sabía nada.

Brisa alzó los brazos dramáticamente antes de dejarlos caer con un suspiro teatral.

—Ahí está. Eso es muy descortés, Leo, llegar sin avisar.

Leo suspiró, cediendo un poco.

—Sí, como sea. Vendré mañana.

John rápidamente lo detuvo.

—Me temo que no podrás. La academia cierra sus puertas a las visitas durante una semana para que los nuevos estudiantes podamos adaptarnos sin distracciones.

—¿Qué? ¿Esta escuela de vagos tiene reglas? —El tono quejumbroso y superior de Leo hizo que los tres amigos giraran los ojos al unísono.

—Sí —replicó Rehan, con la vena de su frente ya palpitando de pura ira—. Incluso esta "escuela de vagos".

Leo, fastidiado, se dio la vuelta.

—Como sea, la llamaré más tarde —dijo antes de salir de la academia Lumière, sin molestarse en disimular su frustración.

Brisa giró hacia Rehan, furiosa, y le dio un golpe en la nuca.

—¿Podrías controlar tus impulsos? Eres imprudente, ¡y...! ¿Adónde demonios vas?

Rehan no le contestó. Apenas había escuchado sus palabras. Se lanzó a correr por la academia, esquivando estudiantes y profesores, movido por una urgencia que ni él mismo entendía del todo. Sabía a dónde iba. El jardín.