Capítulo 5: Crisantemo

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John y Brisa alcanzaron a los chicos, que caminaban incómodos y en silencio hasta llegar a la siguiente habitación. El ambiente se sentía pesado; los chicos no sabían muy bien cómo se había desarrollado la conversación entre Rehan y Kalani, por lo que solo les quedaba esperar que algún encargado llegara y rompiera el hielo.

El asesor entró y captó la atención de todos, para suerte de todos. —Bienvenidos a la segunda fase. En la sala hay diferentes instrumentos y materiales de arte. Tienen dos horas para mostrarnos su talento—, el asesor dio inicio al cronómetro.

Todos los participantes se movieron rápido por el lugar, buscando lo que necesitaban para luego alejarse lo más posible de los otros.

Brisa tomó una guitarra, junto a un cuaderno y un lápiz, y se situó cerca de la ventana. John se recogió las mangas de la camisa hasta el codo y tomó cera para esculpir. Kalani notó cómo Brisa lo miraba con interés; una pequeña sonrisa tiró de sus labios con complicidad al ver que su primo tenía una admiradora.

—¿Qué fue eso? ¿De verdad te reíste hace un momento? Ten cuidado, tu familia Montalván te renegaría si supiera que estás mostrando emociones humanas— bromeó Rehan.

Kalani hizo un sobreesfuerzo para no sonreír por el ingenio del chico. —Cállate, Cavendish— tomó un lienzo mediano y diferentes pinturas de tonos fríos.

Rehan siguió su movimiento, eligiendo colores más vivos. —¿Puedo pintar junto a ti?— El chico se preparó para el rechazo rotundo y quizás un insulto.

—Como quieras— le indicó Kalani, eligiendo meticulosamente los pinceles. Antes de irse al otro extremo de la habitación, donde estaban los caballetes y el pequeño escenario.

Rehan sonrió por lo bajo y se colocó frente a ella para pintar. Para la dicha del chico, los otros participantes que también presentarían una pintura tomaron lo que necesitaban y se alejaron. Rehan lo vio como una señal; quizás, con suerte, esta vez podría responder su pregunta, aunque sabía que la chica no era muy comunicativa.

—Kalani— habló con cautela— ya que estamos solos...

—No te odio— dijo con sinceridad.

El chico casi podía saltar, pero no lo hizo; mantuvo la calma. —Es bueno saberlo, yo tampoco te odio— intentó sonar casual.

—Perdón si alguna vez dije algo que te lastimara en serio— Kalani mantenía su rostro inexpresivo.

—No te preocupes, perdón también, no fui muy amable estos años tampoco— le dedicó una pequeña sonrisa.

La chica asintió, aceptando sus disculpas. Ambos pintaban sin decir nada. Rehan, de vez en cuando, la miraba, pero no se atrevió a decir palabra.

Kalani, con su trazo en el lienzo, decidió romper el silencio. —¿Y ahora qué?— preguntó después de haber pensado.

—¿Qué quieres decir?— Rehan habló con calma, sin dejar de pintar.

—No lo sé, yo pensé que una vez lográramos entrar, ya no tendríamos nada de qué hablar— la franqueza de Kalani, sin duda, era admirable.

—Bueno, podríamos ser amigos— le dio un vistazo rápido— conocernos un poco.

—¿De verdad quieres conocerme?— Arrugó la nariz.

—Sí— dijo con obviedad— eres más seca que un cactus, con más espinas que una rosa, más fría que un crisantemo y tan cabezadura como un coco.

Kalani abrió su boca para responder, pero la cerró. ¿Qué se suponía que debía decir a eso? Apenas pudo entender de qué hablaba, y eso que se debatía entre si era un insulto o un extraño halago.

Las flores crecen en invierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora