Capítulo 13: hierva mala

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Rehan le guardó un sitio a Kalani en la mesa, y, en cuanto ella se sentó, Brisa Farfalla se levantó de inmediato, dejando su comida a medias. John suspiró y, tras lanzarle una mirada de desaprobación a su prima, tomó la bandeja de su novia para llevársela.

—Kalani... no quiero presionar, pero esto no puede seguir así —dijo Rehan, su voz baja y suave, casi como si temiera romper la frágil burbuja en la que ella parecía envolverse cada vez que Brisa estaba cerca.

Kalani dejó escapar un suspiro frustrado, y clavó el tenedor en su comida con fuerza, apartando la vista.

—¿Pero cómo quieres que lo arregle si Farfalla ni siquiera se queda a escucharme? —replicó, sus ojos chispeando con una mezcla de furia y tristeza contenida.

—Sé que puedes encontrar la manera —la animó Rehan, regalándole una sonrisa tan sincera que por un segundo desarmó todas las defensas que Kalani había construido—. Eres la chica más hermosa e inteligente de este lugar.

La pequeña Montalván sintió cómo el aire le fallaba. Se atragantó ligeramente con su comida, intentando ignorar el sonrojo que subía por sus mejillas. ¿Cómo lograba que un simple cumplido la dejara tan vulnerable? Pero al fondo de su mente, una voz cínica la atormentaba, susurrándole que, en algún momento, se estrellaría contra la verdad. ¿Y si todo era un juego? ¿Y si él solo pretendía?

Y sin embargo, cuando Rehan sonreía así, con esa dulzura, elegía, una vez más, soñar.

—Está como un tomate —comentó él con picardía, señalando sus mejillas enrojecidas.

—No es así —protestó ella, llevándose las manos a la cara—. Es... es maquillaje.

Rehan reprimió una risa, mirándola como si no hubiera nada más en el mundo que la adorable torpeza de Kalani en ese instante. Se inclinó hacia ella, acercándose hasta que sus labios quedaron a un susurro de su oído.

—Te ves adorable cuando haces eso.

Kalani sintió que el tiempo se detenía. Su piel se erizó, y, sin pensarlo, giró lentamente hacia él. La idea de romper todas las reglas que le habían impuesto, de vivir aunque solo fuera un instante en aquella ilusión, la llenó de un atrevimiento desconocido. Si todo iba a desmoronarse, al menos quería aprovechar aquel momento de cercanía.

Él notó la intención en su mirada, y sus ojos brillaron con una mezcla de deseo y calidez.

—¿Así que al fin lo harás? —susurró, su voz tan suave que Kalani apenas lo oyó, pero lo sintió en cada célula de su cuerpo.

—¿Puedo? —preguntó ella en un murmullo tembloroso, esforzándose por apartar la mirada de sus labios para encontrar sus ojos.

La respuesta de Rehan fue apenas un susurro, con un tono bajo y ronco que hizo que su corazón latiera con fuerza.

—Ni siquiera tienes que preguntar. Mis labios son tuyos, para que los tomes cuando y como quieras.

Kalani, con el corazón latiendo desbocado, se armó de valor y, con una mano temblorosa, comenzó a acercarse a él, sus dedos rozando el rostro de Rehan. Él cerró los ojos, esperando el momento.

Pero, como obra del destino, justo cuando sus labios estaban a un suspiro de rozarse, Kalani alzó la vista y vio a su hermano Eliot cruzar el comedor con la mirada fija en su celular.

—¡Escóndete, escóndete, escóndete! —susurró con urgencia, apartándose de Rehan mientras él, conteniendo la risa nerviosa, se escondía bajo la mesa.

Kalani apenas tuvo tiempo de tomar aire cuando Eliot se acercó con el ceño fruncido, habiendo finalmente despegado la vista de su móvil.

—Hermana —dijo con tono serio, clavando sus ojos en ella como un halcón que acaba de ver algo fuera de lugar.

Las flores crecen en invierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora