Capítulo 1: Flores venenosas

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Trece años atrás

—¿Por qué no puedo jugar con Kalani, abuela? —preguntó el pequeño Rehan, con desilusión reflejada en su rostro.

—Porque es una Montalván —respondió la señora Cavendish, intentando explicarle, pero el niño seguía sin entender.

La abuela soltó un largo suspiro y le indicó que se sentara a la mesa. Después de servirle un plato de galletas, continuó con su explicación.

—Hace mucho tiempo, cuando tu madre era apenas una bebé, la familia Montalván llegó a esta ciudad. Era una noche fría, con una tormenta terrible, y no tenían dónde quedarse. Tu abuelo Carlos les ofreció refugio por una noche. Fue un error.

—¿Por qué? —preguntó Rehan, intrigado.

—¡Fue un error! —repitió su abuela en tono severo.

La señora Rosa, la hija mayor de los Cavendish, que había estado escuchando la conversación, se acercó con cautela.

—Mamá, deberías descansar. Rehan no volverá a hablar con Kalani. ¿Verdad, Rehan? —dijo Rosa, mirando a su hijo con complicidad.

Rehan, entendiendo el gesto de su madre, asintió rápidamente.

—No volverá a pasar —confirmó.

—Ese es mi nieto —dijo la abuela con una sonrisa—. Mañana te prepararé un brownie.

La matriarca Cavendish se levantó de la mesa y se dirigió al invernadero. Cuando Rehan se aseguró de que ya no estaba cerca, volvió la mirada a su madre.

—¿Por qué fue un error?

—A la mañana siguiente, tu abuelo... —empezó a contar la señora Rosa.

—El abuelo —confirmó Rehan.

—Sí, el abuelo —Rosa peinó el cabello de su hijo—. Él llevó al señor Montalván, el abuelo de Kalani, al lugar más importante para nuestra familia.

—¿El invernadero? —susurró Rehan, sorprendido. Sabía que no cualquiera podía entrar allí; era exclusivo de la familia.

—Sí. El señor Montalván quedó impresionado y le ofreció al abuelo abrir una floristería juntos. Y así lo hicieron, pero Montalván jugó sucio. Robó nuestras flores y se quedó con todo. Nuestra familia sufrió mucho mientras ellos se beneficiaban de su traición. Tu abuelo, con mucho esfuerzo, logró abrir otra floristería, y por eso estamos aquí. No tenemos tanto poder como ellos, pero sí el cariño de las personas, y eso es lo más importante.

—Entonces, los Montalván son villanos —dijo Rehan mientras analizaba sus galletas, invadido por un pensamiento—. Pero Kalani no tiene la culpa de lo que pasó. Seguramente ni siquiera conoce la historia.

La señora Rosa Cavendish se sorprendió ante la madurez de su hijo.

—Es verdad, Kalani no tiene la culpa. Pero, cuando una flor se marchita, solo es cuestión de tiempo para que el resto del ramo también lo haga. Ella es solo otro eslabón en una cadena de maldad.

—¿Y si es diferente? —preguntó Rehan, con esperanza.

La señora Cavendish le tomó suavemente el mentón para que la mirara a los ojos.

—Es una Montalván, Rehan. Sus padres la llevarán por el mismo camino que a sus hermanos. Nuestras familias se odian, y eso no cambiará. Mantente alejado de ella, por el bien de la familia.

—Sí, mamá.

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—Kalani, ¿Qué hacías con el menor de los Cavendish?

La pequeña Kalani permaneció en silencio, con la mirada fija en el suelo, mientras la voz de su padre resonaba con firmeza. El señor Montalván le había hecho una pregunta, pero ella no respondió, esperando el momento adecuado para hacerlo.

—Espero que tengas una respuesta razonable. Responde —ordenó, como si se dirigiera a una mascota.

—Lo siento, señor... —murmuró la niña con apenas un hilo de voz.

—Kalani, te lo he dicho siempre: levanta la mirada y la voz cuando hables. Eres una Montalván, nosotros nunca bajamos la mirada —le levantó el mentón con suavidad, enderezando su espalda al mismo tiempo.

—Lo siento, señor. No sabía que él pertenecía a esa familia. Lamento haber causado este... este... —buscaba con desesperación las palabras correctas que su madre le había enseñado para expresarse bien.

—¿Importuno? —le ayudó su padre, sin perder su tono serio.

—Sí, este importuno. No volverá a suceder —afirmó, resistiendo el impulso de morderse las uñas, un hábito que su padre detestaba.

—¿Te arrepientes en serio? —El señor Montalván caminaba de un lado al otro, sin dejar de observarla.

—Profundamente —dijo Kalani con convicción. Su padre relajó los hombros, y en un impulso inesperado, la niña habló sin permiso—: ¿Por qué odiamos a la familia Cavendish?

La mirada fulminante de su padre la hizo arrepentirse al instante. Quería retractarse, pedir disculpas, pero las palabras se le atoraron en la garganta. Para su alivio, él se sentó detrás de su escritorio, aparentemente menos tenso.

—Es justo darte una explicación —aceptó—, pero no hables sin permiso.

Kalani pensó que si no hubiese hablado, jamás habría obtenido una respuesta. Sin una razón clara, le resultaba imposible odiar a alguien, y menos a su único amigo.

—La familia Cavendish siempre nos culpa de su desgracia, cuando en realidad es gracias a nuestra familia que ellos tienen lo que tienen. Hace muchos años, nuestras familias eran aliadas e iniciamos el negocio de las flores juntos. En algún momento, el negocio estuvo al borde de la ruina por circunstancias que no entenderías aún. Mi padre, Ernesto Montalván, tomó una decisión drástica para eliminar la competencia. El señor Cavendish se enfadó, alegó que lo que mi padre hizo estaba mal y decidió separarse del negocio. No sin antes reclamar su parte, que tanto le disgustaba, y difamar nuestro apellido. Aunque no tuvo éxito.

El señor Montalván se levantó, ajustándose la solapa de su traje, y con un gesto indicó a su hija que se pusiera de pie. Kalani lo hizo al instante.

—Pero eso jamás iba a detenernos, porque los Montalván... —dejó la frase en el aire para que ella la completara.

—Nunca fallamos. Los Montalván nunca fallamos.

—Eres Kalani Montalván. Nunca olvides que tu lealtad está con nosotros. No vuelvas a ser amiga de un Cavendish, a menos que quieras ser la decepción de tu familia. Ahora, retírate a tu habitación.

Kalani salió de la oficina de su padre, cerrando la puerta suavemente tras ella. Con cada paso que daba hacia su cuarto, su postura se encogía más y más. Cuando llegó a su cama, se hizo un ovillo y lloró en silencio durante toda la noche.

Rehan y Kalani compartían una profunda tristeza, sabiendo que nunca más podrían volver a jugar juntos entre las flores silvestres que crecían junto al lago. Aunque cuando estaban juntos todo parecía más sencillo y divertido, ninguno de los dos estaba dispuesto a traicionar a su familia.

Las flores crecen en invierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora