Obito estaba sentado en el carruaje, su expresión lucía un tanto aburrida, con una mirada vacía que casi revelaba su falta de entusiasmo por . . . bueno la vida en general.
Había pasado ya media hora desde que entraron a la ciudad, y el carruaje se movía lento, como si cada minuto contara en la grandiosa recepción que habían preparado. Obito tenía la sospecha de que el emperador quería transmitir algo más allá de la simple bienvenida de la princesa de Tristain.
Frente a él, sentados en el mismo carruaje, estaban el cardenal Mazarin y la princesa Henrietta. El cardenal, con su aire solemne, mantenía una expresión impasible mientras miraba al exterior.
Henrietta, elegante y serena, trataba de ocultar cualquier rastro de incomodidad o ansiedad, aunque Obito podía ver fácilmente a través de su fachada, él estaba solo en su asiento, al otro lado del carruaje, rodeado de las finas sedas rojas que cubrían los cómodos cojines y las paredes interiores.
El no estaba acostumbrado a viajar de esta forma, prefería correr o simplemente moverse por medio del kamui cuando era un lugar que tenia marcado, había algo que lo incomodaba en viajar de esta manera, casi se sentía vulnerable. Pero como fue una petición de la princesa, e tuvo que resignarse y guardarse sus quejas.
Cruzando los brazos perezosamente sobre su pecho, miraba distraído por el cristal de las ventanas.
El carruaje estaba flanqueado por caballeros a caballo, guardias montados en grifos y soldados de la guardia real que se movían en formación, protegiendo cada flanco posible ante cualquier ataque. Para Obito, sin embargo, cualquier amenaza real se habría presentado mucho antes de atravesar las puertas de la capital. Cualquier emboscada hubiera sido más efectiva ahí, y no en medio de la multitud y la vigilancia de la ciudad.
Notó también un detalle curioso entre las personas que se agolpaban en la calle para ver el paso de la princesa. La mayoría lucía... demasiado limpia, sus ropas eran de una calidad que no encajaba con la típica vestimenta de los plebeyos. Era evidente que habían preparado esta ruta principal de la capital con especial esmero para causar buena impresión a los visitantes. Un desfile cuidadosamente orquestado, donde todos debían representar el esplendor del reino.
Obito había dispersado todos sus clones, quedando solo él en el carruaje.
Sintió la mirada del cardenal sobre él, una mirada aguda y penetrante. También notó que había magos y guardias en tensión, listos para actuar en cualquier momento. Incluso durante el viaje, no habían mostrado tal nivel de alerta, y la exageración del ambiente resultaba casi cómica para él. Después de todo, no había revelado la mayoría de sus habilidades, y dudaba que los magos pensaran que alguien como él, solo hábil con la espada, pudiera derrotarlos.
Una vez mas quedaba claro que la única persona que confiaba en el era sin duda su "maestra". lo cual era bastante irracional, e incluso lo categorizaría como una confianza estúpida, porque el no había hecho nada para ganarse esa confianza.
— Dígame, Uchiha-san —la voz del cardenal Mazarin rompió el silencio, con un tono medido mientras lo miraba con atención—, ¿Qué opinas del compromiso entre la princesa y el emperador?
Obito frunció el ceño un momento. Para alguien que había evitado hablarle casi todo el tiempo que habían estado juntos, el cardenal elegía una pregunta bastante extraña. Pudo notar también que Henrietta, con una ligera incomodidad, lanzaba una mirada contemplativa al cardenal.
— Nada en especial —respondió Obito finalmente, con un tono desinteresado.
Mazarin asintió, colocando sus manos sobre su regazo, como si no esperaba una respuesta tan desinteresada, peor luego sus ojos se volvieron mas agudos.
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Obito Uchiha en Zero no Tsukaima
FanfictionCansado, Arrepentido y sumido en la miseria Obito Uchiha fracasa una vez más, pero gana una nueva oportunidad.