VALENTINA
No había planeado acostarme con nadie esa noche. Solo había ido al pub para evitar quedarme dormida en el apartamento. Había salido de Londres al mediodía, y si podía estar despierta hasta medianoche, no sufriría jet lag.
Pero el jet lag era lo último en lo que pensaba en ese momento.
Aunque no fuera a casa con ella y estuviéramos follando hasta la madrugada, la hermosa mujer que tenía delante me iba a mantener despierta toda la noche. El recuerdo de su pelo negro como el ala de un cuervo y la forma en que intentaba tragarse sus sonrisas me mantendría despierta, alerta y excitada.
—¿Vives en Manhattan? —pregunté. Ella asintió.
—Tengo un pequeño apartamento en el SoHo. Me mudé desde Connecticut hace menos de dos años.
—¿Connecticut?
—Sí. Me crie allí. Me casé allí. Y allí me quedé hasta el divorcio... —La frase se apagó al final como si no quisiera que la escuchara.
Interesante. No parecía tan mayor.
—¿Estuviste casada mucho tiempo?—Deslizó la servilleta que estaba bajo su bebida hacia la izquierda.
—El suficiente.
Ella no quería dar muchos detalles. Estaba muy buena. Y era arrebatadora. El sexo era para mí una vida de escape. No se trataba de emociones ni de abrirme ni de cualquier otra mierda que las mujeres imaginaban que era. Era una forma de alcanzar el olvido a través de la liberación.
Tomé un sorbo de Negroni.
—¿Has estado casada? —preguntó. Casi me ahogué con mi bebida. Fue como si... Me golpeé en el pecho con el puño, tratando de no parecer una auténtica imbécil.
¿Y si estuviera casada? Bueno, ¿no lo facilitaría eso todo? Me las había arreglado para bloquear la idea en el fondo de mi mente durante unas horas, y ahí estaba de nuevo en un instante la posibilidad de perder Grupo Carvajal en favor de Guillermo. O Fred el gili, como solíamos llamarlo de niños.
—No, nunca me he casado.
—¿No has estado a punto siquiera? —preguntó. ¿No lo pillaba? No era una cita. Solo estábamos dedicando un tiempo a charlar hasta que fuera aceptable salir y ponernos a follar.
¿Quería indagar profundamente? Yo en ella, físicamente, sí.
¿Emocionalmente? No, por supuesto que no.
—He conocido a muchas mujeres increíbles.—Dio unos toquecitos con el dedo índice contra el cristal. No supe decir si eran los nervios o la desaprobación.
—Ya me imagino.—Me eché hacia delante.
—Me pareces increíble —susurré.Trató de reprimir de nuevo esa media sonrisa mientras negaba con la cabeza.
—Eres un poco cursi.
—¿Porque te hago un cumplido? —pregunté, un poco confundida. Las mujeres normalmente pensaban que yo era educada. O eso pensaba yo.
—No, porque no puedes saber si soy increíble.Pero lo pillo. Estás tratando de llevarme a la cama.—Era casi como si estuviera escuchando exactamente lo que ella estaba pensando. Y me resultó refrescante y un poco incómodo.
—Bueno, tienes razón en lo de que trato de seducirte. Pero no voy a aceptar que me llames cursi.—Me regaló una enorme sonrisa y noté un aleteo en el estómago. Juliana era un arma de distracción masiva.
—¿Qué pasaría si tienes éxito, voy a casa contigo y termina siendo un desastre? —Levantó una mano para que no respondiera. Y yo lo agradecí, porque no tenía ni idea de qué decir—. No importa — añadió—. Vámonos.
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Adaptación (LA DUQUESA DE MANHATTAN)
FanfictionSin descripción. Todos los derechos reservados a su autora. Yo no escribo, solo realizó la adaptación Juliantina