Capitulo 5

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JULIANA 

Miré fijamente el vaso lleno de líquido rosado como si fuera una bola de cristal.

—Estás muy callada. Me está asustando —dijo Sofía —. ¿Tan malo fue el sexo?

Sofía me había estado enviando mensajes desde hacía días, pues quería saber qué tal había estado la noche con Valentina. Me las había arreglado para retrasar verla hasta esa noche. Necesitaba acostarme temprano. Pero había llegado un momento en el que no había tenido tanta suerte. Ella había insistido en que fuéramos a tomar una copa cuando terminara de trabajar. Yo solo quería ir a casa y procesarlo todo.

—Fue... complicado —dije.

—¿Qué fue complicado? —dijo una familiar voz femenina. Levanté la vista para encontrarme con mi cuñada, Harper, junto a nosotras.

—He avisado a Harper —explicó Sofía.

—Entiendo. —No me apetecía tener una noche de borrachera en la que el principal tema de conversación fuera si había tenido un orgasmo. Forcé mi mejor sonrisa y arrastré el trasero por el banco acolchado para hacer sitio a Harper.

—¡¿Pueden traernos una botella de champán, por favor?! —gritó Harper a un camarero que estaba tres mesas más allá—. Estamos de celebración —dijo, bajando la cabeza hacia nosotras para no hablarle a todo el pub—. ¡Estoy tan emocionada! Te has librado del himen post-divorcio. ¡Y con una británica! Cuéntamelo todo ya.

Sofía trató de evitar la mirada ominosa que le disparé desde el otro lado de la mesa. No podía creer que le hubiera dicho a Harper que no me había acostado con nadie desde el divorcio.

—Oh, quieres los detalles...—adiviné. Bueno, no esperaban escuchar la historia en particular que iban a oír—. Hoy me ha pedido que me case con ella. — Me encogí de hombros. Sofía torció el gesto como si tratara de averiguar si estaba bromeando o no.

—¿Qué? —preguntó Harper.

—Me ha sugerido que nos casemos.

Harper sonrió comedidamente mientras echaba un vistazo a mi vaso de vino medio vacío, supuse que preguntándose si era una buena idea que tomara más alcohol.

—¿Cómo? ¿En plan de broma? —preguntó Sofía —. ¿Es una costumbre británica o algo así? Me reí entre dientes.

—No, en realidad quiere casarse conmigo en serio. — A Harper se le pusieron los ojos como platos.

—Bueno, no siempre se puede acertar. Hay un montón de locas ahí fuera. La próxima vez será mejor que te líes con alguien americano.

En lo de los locos tenía razón. Al vivir en Manhattan, pensaba que lo había visto todo, pero ¿casarse para heredar? Valentina podía ser británica, pero no estábamos en el siglo XVII, por el amor de Dios.

—Bien, suéltalo ya, ¿cómo ha sucedido? — preguntó Sofía mientras se acercaba una camarera con nuestro champán en una cubitera de hielo—. ¿Está locamente enamorada de ti? ¿Tienes una vagina mágica?

Mientras abría la botella y servía tres copas, les expliqué que Valentina había resultado ser la mujer que manejaba los hilos de la empresa que intentaba comprar Mariana Fragrance, y que se había ofrecido a pagar los préstamos a cambio de que le concediera mi mano en matrimonio.

—¿Cuánto tiempo tendrías que estar casada? — preguntó Sofía. Me encogí de hombros.

—No tengo ni idea. No le he preguntado.

—¿Por qué? ¿No crees que eso sea importante? —insistió. ¿No había entendido ya que había respondido que no?

—No importa si son cinco minutos o cinco años...

Adaptación (LA DUQUESA DE MANHATTAN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora