Capitulo 7

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JULIANA 

—Estás muy guapa —dijo Valentina cuando salí del vestidor. Su habitación era en realidad un conjunto de estancias que incluía dos cuartos de baños, dos vestidores, un dormitorio y una salita. Incluso había un estudio. No la había visto desde que le dije que me iba a preparar.

—Gracias. Tú tampoco estás mal. —Me acerqué y le tiré de la pajarita, aunque luego la solté, cuando recordé que no éramos una pareja de verdad.

—Ese tono azul queda fantástico con tu cabello—dijo, recorriendo mi cuerpo con la mirada.Le di un codazo.

—Guarda los cumplidos para cuando estemos en público.

—Lo he dicho en serio, pero vale. ¿Estás preparada? — Supongo que un encanto como el suyo era difícil de reprimir.

—Claro. Tan lista como puedo llegar a estar.

Me cogió la mano mientras recorríamos el pasillo hacia la escalera.

—¿A qué distancia está el comedor? —susurré—. Estos zapatos no son para pasear. —Valentina se rio.

—¿Te llevo en brazos? —preguntó. Sonreí.

—Ten cuidado, podría decir que sí.

Valentina me sujetó la mano con paciencia mientras bajaba las escaleras con aquellos tacones demasiado altos. Cuando estábamos a unos pocos metros del final, la puerta se abrió y entró una chica pequeña con botas de lluvia.

—Hace un tiempo horrible —le dijo a Lane mientras le recogía el abrigo.

—Eva —le llamó Valentina.

Su hermana miró hacia arriba y casi voló hacia nosotras; se deshizo de las botas y subió corriendo hacia nosotras con un vestido de cóctel y descalza.

—Me alegro mucho de verte. —Encerró la cara de su hermana entre sus manos y frotó su nariz contra la de ella como si estuviera acariciando a un perro.

—Para —dijo ella, apartándole las manos—. Déjame presentarte a Juliana — dijo Valentina, sin soltarme la mano—. Juliana, esta es mi hermana, la coñazo.

Fue un poco incómodo porque estábamos en las escaleras, pero me besó en una mejilla y luego en la otra, mientras me miraba con intensidad.

—Estoy más que encantada de tenerte aquí, Juliana. Valentina me ha hablado mucho de ti. ¿Puedes creer que Guillermo y Nayeli han insistido en venir esta noche? Disculpas por adelantado por lo que vas a tener que soportar. —Agitó la mano en el aire mientras bajaba las escaleras—. Bueno, nos aseguraremos de que no te pase nada. No te quedes sola con Nayeli. Podría clavarte un tenedor o algo así. —Se rio y continuó charlando mientras llegábamos al final de las escaleras y luego anduvo en la misma dirección que el abuelo de Valentina había tomado antes, un oscuro pasillo bordeado de pinturas al óleo que apenas pude mirar mientras pasábamos.

—Eva, ¿dónde están tus zapatos? —preguntó el abuelo de Valentina mientras entrábamos en un comedor con paneles de roble y una chimenea de piedra en un extremo, cuya pieza principal era una mesa alargada situada en el centro. La iluminación era tenue, y el brillo que había parecía ser absorbido por los oscuros suelos y paredes.

—He ido a ver a los caballos y los he perdido. Así que tendrás que verme descalza. —Se puso de puntillas como para enfatizar su falta de calzado.

Me volví al oír que alguien se aclaraba la garganta y me encontré a una pareja muy cerca, al otro lado de la puerta.

—Juliana —dijo Valentina—. Déjame presentarte a mi primo Guillermo, y a su esposa, Nayeli.

—¿Cómo está usted? —pregunté, usando el saludo formal que Valentina había sugerido.

Adaptación (LA DUQUESA DE MANHATTAN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora