VALENTINA
Incluso los días más agradables de octubre comenzaban con mañanas sombrías y frías. El hecho de que me hubieran sacado de la cama y me alejaran del cuerpo caliente de Juliana para ir a cazar con Guillermo —de entre toda la gente del mundo— solo hacía que fuera peor.
Aun así, sabía que iba a tener que hablar largo y tendido con Guillermo a solas en algún momento. Solo esperaba que no fuera mientras los dos estuviéramos armados.
Jacobo, el guardabosques, paró y echó el freno de mano del Land Rover.
—Adelante —dijo.
Abrí la puerta y me dirigí al remolque para perros donde iba Bracknell, el golden retriever de Jacobo.
Odiaba ir de caza. Algunas personas disfrutaban de esa afición por el contacto con el campo, con el aire fresco o por estar con sus perros. Pero para Guillermo consistía más bien en la sensación de poder que le daba matar. A mí me ponía enfermo. Para Jacobo era un tema relacionado con la administración de la finca, lo que yo consideraba la única manera de justificarlo. Sabía que Guillermo iba a cacerías organizadas, donde disparaban faisanes especialmente criados para ese fin, lo que me parecía el colmo de los colmos, crear algo para matarlo.
—Dudo que caces mucho en Nueva York — comentó Guillermo—. ¿No te preocupa un poco estar oxidada? —preguntó, entregándome una escopeta. Siempre había sido mejor tiradora que él, aunque Guillermo practicaba muy a menudo.
—Pues no demasiado. Sin duda Jacobo lo hará mejor que nosotros dos, como siempre.
Jacobo fingió que no estaba oyéndonos discutir, como hacía normalmente. Todo el mundo en Woolton se había acostumbrado a nuestras peleas. No habíamos sido amigos ni siquiera cuando éramos niños, a pesar de que solo nos llevábamos un año. Guillermo siempre se había mostrado resentido. Ansioso por encontrar fallos en todo y en todos. Estar cerca de él había resultado agotador, incluso cuando era un niño.
Jacobo lideró la marcha con Bracknell, por suerte, y Guillermo y yo lo seguimos por el terreno irregular y cubierto de rocío.
—Deberías haberte puesto calzado de monte — dije mientras Guillermo tropezaba. ¿Por qué llevaba botas de agua? ¿Y por qué coño llevaba una chaqueta de tweed? Jacobo y yo estábamos muy cómodos con impermeables encerados y vaqueros. No era un día formal en el que mostrar toda la pompa y la ceremonia. Solo éramos dos primos que salían de caza con el guardabosques.
—Son una mierda. Que tú vivas en América no significa que yo tenga que dejar de lado mis normas.
Suspiré, pero no respondí. No tenía sentido. Siempre se había mostrado interesado en demostrar que encajaba, en lugar de relajarse y dejar que ocurriera sin más.
Miré al sol, que se abría paso entre la niebla de la mañana. Esperaba que a Juliana le fuera bien en el spa. Sabía que Eva la cuidaría, pero ¿qué haría Nayeli? No sabía cómo trataría a mi prometida. Incluso me preocupaba que Michelle no se mostrara amigable cuando yo no estuviera cerca. Era una chica dulce, pero sospechaba que no estaba casada aún porque creía que al final yo entraría en razón.
Había estado cerca de mi madre, mi hermana y mi abuelo cuando era niña, ¿pero por qué seguía pasando tanto tiempo aquí ahora que ya era adulta? Para mí no tenía sentido. Jacobo se detuvo y se quitó su bolsa, dejándola en el suelo. Sin mirar hacia atrás, nos lanzó una botella de agua. Fue inesperado, y no la atrapé y cayó a mis pies. Guillermo se rio mientras atrapaba la segunda.
—¿Todavía crees que me vas a ganar?
—¿Qué puedo decir? Si eso ocurre, es porque estoy atontado porque mi hermosa prometida me ha mantenido despierta muchas horas, así que puedes tener la seguridad de que no me molestará en lo más mínimo perder. —Sonreí, feliz de joder a Guillermo y decir la verdad al mismo tiempo.
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Adaptación (LA DUQUESA DE MANHATTAN)
FanfictionSin descripción. Todos los derechos reservados a su autora. Yo no escribo, solo realizó la adaptación Juliantina