EL ZORRO. Parte 2

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Estuvieron viviendo en la ciudad durante 3 años, ambos continuaban con sus trabajos. Aunque ansiaban tener hijos, aún no habían logrado concebir, pero esto no les impedía encontrar felicidad en su vida juntos, confiando en que el milagro ocurriría en algún momento. Sin embargo, todo cambió un día cuando Omar se encontró con un viejo amigo del pueblo.

—¿Qué haces por aquí, gallo Norvi? —saludó Omar con alegría.

—Por trabajo, viejo Omar. El pueblo ya no es el mismo —respondió Norvi con pesar.

La expresión de Omar se tornó seria. —¿Cómo que no es el mismo?

—Pues, hace unos 2 años llegaron unos hombres y nos engañaron con promesas de crecimiento, más libertades y dinero. La mayoría les creyó, especialmente los más jóvenes. Se hicieron con el poder del pueblo, se aliaron con la alcaldía del municipio y nos han saqueado con impuestos injustos por todo. Trabajamos duro y todo lo que ganamos se lo llevan ellos. Hay mucha necesidad y desconfianza. Si alguien no paga un impuesto, algún vecino lo delata para ganar favores de esas personas. Los castigos que imponen son severos... Hay quienes desaparecen por grandes sumas y nunca encontramos sus cuerpos —lamentó Norvi con amargura.

Omar meditaba en las palabras de su amigo mientras cenaban esa noche. Estuvo notablemente distraído y Zaira lo notó de inmediato.

Luego de un rato, Omar rompió el silencio tenso que se había formado entre ellos. —Creo que regresaré al pueblo —dijo con una seriedad que dejó claro que no bromeaba.

Zaira quedó atónita. —¿Qué?

—Ya me oíste —reiteró Omar con determinación.

—Pero nuestra vida está aquí, mis padres están aquí. Omar, ¿debemos dejar todo atrás para ir a tu pueblo y enfrentar dificultades? No te dijo tu amigo que ya no es un buen lugar para vivir —expresó Zaira con preocupación.

—Sí, pero alguien tiene que hacer algo. Alguien debe defenderlos —respondió Omar con convicción.

—Lo sé, pero ¿no debería ser otra persona? —preguntó Zaira, buscando una alternativa.

—¿Y quién más lo hará, querida? Ellos me acogieron, me ayudaron. Los dejé en mi momento de vulnerabilidad, pero los dejé bien. Ahora necesitan mi ayuda —explicó Omar, tratando de justificar su decisión.

Zaira suspiró, sintiendo que no podía disuadirlo. Sabía que una vez que Omar tenía una idea en la cabeza, era difícil hacerlo cambiar de opinión. Se despidió de sus padres sin darles detalles sobre la situación del pueblo, para no preocuparlos. Sin embargo, llevaba consigo muchas dudas, tratando de confiar en que los planes de Omar saldrían bien. Al llegar a la casa del Sr. Osmar, utilizaron parte del dinero que habían ahorrado para recuperarla de las manos de aquellos hombres que la habían tomado ilegalmente, y realizaron algunas remodelaciones necesarias.

El regreso de Omar al pueblo fue recibido con alegría por parte de la comunidad, pero algunos intentaron persuadirlo para que se marchara, explicándole la difícil situación actual. A pesar de esto, Omar estaba decidido a encontrar la manera de ayudarlos.

Gracias a su reputación y experiencia adquirida en la ciudad, Omar logró conseguir un puesto como maestro constructor en la alcaldía. Esta posición le permitió estar cerca de los hombres que ahora controlaban el pueblo, dándole una mejor comprensión de la situación local. Aunque algunos de sus antiguos amigos no veían con buenos ojos su alianza con la alcaldía, poco entendían que Omar ya estaba trabajando desde adentro para beneficiar al pueblo.

Después de varias semanas de meticulosa observación y cuidadosa planificación, Omar decidió finalmente pasar a la acción. Cada noche, se preparaba: se enfundaba en su traje característico compuesto por pantalón negro, una camisa del mismo color y un antifaz que cubría la mitad de su rostro, asegurando así su identidad oculta. Su mochila, cargada con las herramientas necesarias para llevar a cabo sus robos con precisión, pendía de su hombro.

Historias de amor sin final felizWhere stories live. Discover now