Margot Taylor. capítulo 12

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Cuando Catalina logró más o menos volver a la cordura, después de haber reído y llorado a más no poder; fue al cuarto de Margot. Se recriminó su inocencia. Estaba en medio de un gran peligro y no lo vio venir. Le apartaron de su lado a Margot. Su padre estaba lejos y expuesto a lo mejor a que sabe que componenda. Revisó las cosas de su dama de compañía. Nada. No encontraba nada. No apartaba de su memoria el saber que Margot había dejado una hermana en aquella zona tan fea que no sabía dónde quedaba. Solo recordaba que eran cercanas a los muelles. Su perspicacia le decía que Brown estaba detrás de todo. El inefable mayordomo que estaba detrás de todas las cortinas, de todos los pies de escaleras y posterior a cada puerta, averiguando, indagando, preguntando. Busco y rebuscó. No consiguió ninguna dirección. Evidentemente el cuarto ya había sido convenientemente arreglado borrando toda posibilidad de ubicar a ambas mujeres. Encontró el diario. No tenía necesidad de leerlo. Ya sabía lo que contenía. Sin embargo lo rescato para guardarlo mejor. Fue a su cuarto. Estaba más que convencida de la inocencia de la joven. Ninguna mujer se va y deja un diario para que se sepan sus intimidades.

Tomó la Colt 45 y guardó con ella varias balas, escondiéndola en un bolsillo secreto en su traje.

Resueltamente salió y se topó con su valet.

--Comeré afuera- anunció lo más serena que pudo; ya arreglada para salir.

El hombre hizo una reverencia ante la lady.

--Le ordenare su coche.—indicó con respeto el ujier

Iré a pie. --anunció la joven caminando resueltamente hacia la inmensa puerta.

--Mi lady. Le aseguro que no es una buena decisión. Londres no es una ciudad conveniente para que una Srta., de su posición camine sola por las calles.—explicó el ujier, tratando de colocarse delante de la lady.

--Voy a pasear. No se le ocurra tratar de impedírmelo... - dijo la joven completamente a la defensiva, sintiendo latir fuertemente su corazón... Lamentaba en el alma no tener junto a ella a Margot ó a Lewis. No porque tuviera miedo. No se dejaría atrapar por ninguno de estos

--De ninguna manera mi Lady. Pero una joven de su condición no debe andar sola en la calle.—repitió machaconamente el hombre asombrado ante las intenciones de la muchacha.

--Deme mis llaves inmediatamente—ordenó la joven viendo a sus sirvientes que pasaban y hacían reverencia ajenos a la angustia de la joven.

El hombre se las entregó en silencio. Al llegar la joven a la puerta encontró al Sr Brown junto a ella.

--Debo preguntar a dónde se dirige mi lady. Si su Sr padre llega debo darle noticias suyas.—dijo imprudentemente el hombre

--No es de su incumbencia. Apártese inmediatamente. —dijo la joven poniendo distancia ante el hombre, para evitar que éste la llegase a agarrar.

--Absolutamente—dijo el hombre con una reverencia apartándose sin dejar de mirarla. Sin duda saldría a una cita con el muerto de hambre que vino horas antes; estas salvajes se dejaban dominar por sus cárnicos instintos y eran incapaces de tener respeto por las normas de los seres humanos...

La joven casi voló en el jardín y rápidamente se sumergió en la brumosa calle. Miró a todos lados. Caminó más aliviada. Tenía suficiente dinero para irse a un hotel y vivir ahí varias semanas, o dirigirse a la casa de Harrignton o a la Legación de su psis y refugiarse ahí.

--Hola princesa. Por un penique te llevó a conocer Londres—dijo la voz a su espalda.

Catalina viró en redondo. Un niño en extremo sucio y andrajoso de unos 11 años estaba parado justo junto a ella, contemplándola absolutamente admirado de tanta belleza.

CONDESA Tamara Del Calvario del RioWhere stories live. Discover now