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La habitación se encuentra sumergida en un profundo y tétrico silencio. Hay muchas cajas que solían almacenar productos enlatados de comida y ahora se encuentran regadas por el suelo, completamente vacías. El lugar al parecer en algún momento fue una cocina, pero ahora estaba completamente hecha un desastre y había mucha suciedad y sangre manchando las paredes y el suelo.

Un joven asomó su cabeza por encima de la barra que separaba la cocina del resto de la cafetería, sus ojos buscaban con la más mínima esperanza algún producto enlatado que pudiese servirle, pero la búsqueda fue en vano.

Soltó un suspiro y se dió media vuelta, su mano apretando la tira de cuero que cruzaba su pecho, de la cual colgaba un carcaj con apenas diez flechas con las puntas un tanto roídas y sucias.

— Pooh... —se escuchó un susurro casi lejano, llamándole—. Encontré algo.

El joven portador de un arco, se movió con agilidad a través del gran lugar evitando hacer el más mínimo sonido, y finalmente llegó hacia su compañero quien parecía estar rebuscando en un pequeño armario.

— Estás son las últimas botellas de agua —le comenta mientras empieza a guardar el líquido embotellado en una mochila negra—. Y también encontré cuatro paquetes de fideos instantáneos...

— El profesor Supanut sabrá cocinarlos —responde de inmediato el arquero—. Hay que darnos prisa, todavía debemos buscar algo con que curarle el brazo a Lee.

— Si, si —responde mientras sigue guardando la comida—. Estoy terminando...

Pooh es un joven de veintiún años que desde su juventud se dedicó a practicar y entrenar tiro con arco. Un gusto que heredó de su hermano, quien actualmente es su único familiar que sigue con vida...aunque ahora no está muy seguro de ello.

Pooh realmente agradece que su hermano le haya obligado a querer y amar ese deporte, porque ahora es cuando le está siendo de gran ayuda, porque después de que todo el caos azotara a Tailandia y al mundo, su arco se volvió su fiel compañero de batalla.

Pasaron unos segundos en los que su compañero guardaba las últimas cosas en su mochila, cuando Pooh distinguió aquel característico sonido de pies arrastrándose por el pasillo y esos gemidos tétricos que le generaban pesadillas al dormir. Pronto un olor nauseabundo inundó sus fosas nasales, algo se acercaba y ellos debían irse lo más rápido posible de allí.

— Pon, tenemos que irnos —ayudó a su amigo a levantarse—. Ya vienen...

El joven de cabello castaño se amarró la mochila a su espalda y tomó el trozo de metal que usaba para su defensa. Pooh fue el primero en correr hacia el sentido contrario de donde provenían aquellos espantosos sonidos, saltó el conjunto de mesas que habían usado como barrera y atravesó la puerta de vidrio hasta que llegó a un nuevo espacio en el edificio.

Pon tardó unos segundos en llegar a su lado, y pronto emprendieron un nuevo camino hacia la enfermería, dispuestos a buscar y llevarse todo lo que pudiese servirles para curar la herida de su amigo.

— Entra tú —Pooh le dice al castaño—. Me quedaré en la puerta a vigilar.

— Bien, intentaré tomar todo lo que pueda —menciona antes de cruzar la puerta de la enfermería—.

Pooh descansó su espalda contra la fría pared blanca del pasillo, sus ojos recorriendo el lugar en completo silencio, tratando de percibir hasta el más mínimo sonido que le indicara si algún caminante estaba cerca.

Walkers ~ PoohPavelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora