2. Un Reino extraño

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A primera hora, Frenkie y Marc partieron al reino de Serldir, siendo acompañados solamente por un puñado de guardias.

Aunque su padre le sugirió llevar más, Frenkie no estaba seguro de querer llamar tanto la atención, después de todo, iban a un funeral no a una fiesta.

El viaje se mantuvo en silencio la gran mayor parte de tiempo, nadie se atrevía a molestar al príncipe, si él no hablaba, nadie lo haría.

Excepto, tal vez Marc. Observando cómo la cabeza del príncipe se ladeaba de vez en cuando y su mirada se perdía en la inmensidad del bosque a su alrededor.

Sus pensamientos en algún dónde el guardia no podía alcanzar.

—Ojalá tuviera una moneda por cada pensamiento tuyo.

Frenkie dirigió su mirada a su amigo, después a los guardias que iban detrás de ellos, alejados un par de metros.

—Hay algo que me inquieta de este asunto. Algo que no termina de encajar.

—¿Con el viaje o con el asunto que te hace hacer este viaje? Cuéntame, ¿qué te abruma más?

—No estoy seguro. ¿Tú...? —lo miró pensativo y detuvo su caballo, regalándole una mirada exasperada—. ¡Por favor, Marc! ¿No te parece demasiada extraña esta muerte?

Su amigo lo miró unos segundos y suspiró, rascándose la nariz. Frenkie tenía un asombroso sexto sentido, pero muchas veces lo confundía con su sentido de aventura y heroísmo.

Cuando Frenkie era la acción impulsiva, Marc era la mente sabía. Desde niños, había sido el mayor él que evitaba que el príncipe se metiera en muchos problemas por ello.

Y los pocos problemas que habían sido, fueron simples travesuras, como cortar un pino a la mitad por querer ahuyentar una ardilla, o rapar al vocero real, lo peor tal vez fue escaparse a media noche solo para escabullirse con Marc al lago y casi ahogarse.

Pero aquel asunto iba más allá de una travesura o un juego de niños. Frenkie estaba adentrándose en un terreno ajeno.

—No sabemos si el Rey padecía algo...

—No, no había persona más sana en todo el reino que el Rey Sergio. Se cuidaba demasiado por sus hijos, por Pablo y Pedro. —apretó los puños con furia—. Decía que quería verlos casarse y ser él quien los entregue... Creo que el Rey fue asesinado —susurró.

Marc soltó un siseo y miró hacia atrás alterado, aliviado de ver que los guardias seguían lejos.

—Prudencia, mi príncipe. No queremos incomodar y causar una ruptura diplomática entre ambos reinos, ¿o sí?

Frenkie sacudió la cabeza, sintiéndose impotente ante las palabras de su amigo. Sabiendo que no compartían las mismas ideas decidió guardar silencio el resto del viaje.

No fue hasta que el solo estaba poniéndose que llegaron al reino de Seldir, Frenkie creía que habría moños negros o velas en las ventanas en señal de luto.

Sin embargo, el pueblo estaba tan tranquilo y normal que se podría dudar de la muerte de su Rey. Incluso, algunas casas aún tenían los adornos coloridos por la reciente celebración del cumpleaños del príncipe Pablo.

Las personas a su alrededor estaban quitando sus puestos para irse a sus casas a descansar, no había lágrimas, ni lamentos. Sin poder evitarlo Frenkie y Marc se lanzaron una mirada extraña.

En la entrada del castillo estaba el príncipe heredero Sergi, tan serio y diplomático como podría ser. Su postura no detonaba el gran luto que probablemente estaba pasando, incapaz de permitirse ser un hijo que perdió a su padre.

Muerte en la corte | MarcFrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora