CAPITULO 9

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Esa tarde, durante la tutoría, Fernando (en el cuerpo de Faby) trató de concentrarse, pero no podía dejar de pensar en lo ocurrido con Ludmila.

—Faby, creo que estamos empezando a acostumbrarnos demasiado a estos cuerpos —dijo Fernando.  por ejemplo, entendí un problema matemático que jamás habría resuelto en mi cuerpo.

—Lo sé, Fernando. A mí me pasó lo mismo en clase de historia,  Cada vez me siento más como tú y menos como yo misma —respondió Faby.

—Además, hay algo que debo contarte. Ludmila se pasó de la raya y quiso quitarme la falda hoy. Fue una situación muy incómoda —añadió Fernando preocupado.

Faby se sorprendió,

—Lo siento mucho Fer,  Tenemos que resolver esto cuanto antes.

Ambos se miraron con determinación. Sabían que el tiempo estaba en su contra y que cada día que pasaba, se adaptaban más a sus cuerpos intercambiados.El libro era su única esperanza de volver a sus vidas normales.

Mas tarde

Faby en el cuerpo  de Fernando confrontó a Ludmila.

—Ludmila, quiero hablar contigo —dijo, acercándose a ella en el pasillo.

—¿Qué pasa, Fernando? —respondió Ludmila con desdén.

—Lo que hiciste ayer fue inaceptable. No puedes ir por ahí humillando a la gente así.

—¿Humillando? ¿Y qué hay de lo que me hizo esa mocosa frente a toda la prepa? —Ludmila se defendió.

—Te lo pregunto Fernando,  ¿Te gusta esa mocosita? —dijo Ludmila, con los ojos entrecerrados.

Fernando bajó la mirada y respondió .
—Podria ser
—No lo puedo creer, Fer. No puedo creer que prefieras a esa niñita que a mí. Definitivamente estás muy mal —dijo Ludmila, furiosa—. Te doy hasta el mañana para que te decidas: o esa mocosa o yo.

Fernando asintió sin decir palabra, pero su mente estaba hecha un lío.

Al día siguiente, Ludmila no se quedó de brazos cruzados. Esperó a Faby  que siempre llegaba un poco más temprano debido a la ruta de su camión. Entró al salón siendo la primera, sin darse cuenta de que Ludmila y Sandra estaban detrás de la puerta.

Sandra cerró la puerta por fuera, dejando a Ludmila y a Faby solas en el salón.

—Hola, Fabiolita. ¿Recuerdas lo que me hiciste ayer? —dijo Ludmila con una sonrisa cruel.

—Claro que sí lo recuerdo , te veías hermosa con toda esa crema! —respondió Faby, mirando a su alrededor, buscando un plan de escape. Sabía que esta vez sí estaba perdida.

—Bueno, Faby, lo hacemos por las buenas y me dejas rediseñar tu cabello o  por las malas —dijo Ludmila, sacando unas tijeras.

Fernando decidió armarse de valor. (Maldita sea, si soy un hombre, ¿por qué debo tenerle miedo a esta lagartija?), pensó.

—Mira, idiotita. Sé que me quieres quitar a Fernando, pero no te va a salir. Soy mayor que tú y más mujer que tú, mocosa —dijo Ludmila, avanzando hacia Faby.

Ludmila se abalanzó, pero Faby, con rápidos reflejos, hizo que Ludmila se fuera de lado y cayera sobre unas butacas. En ese instante, el maestro José Luis entró al salón.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó el maestro, con voz autoritaria.

Ludmila, recuperándose rápidamente, intentó poner una cara de inocencia.

—Nada, profesor. Solo estábamos... hablando —dijo, tratando de ocultar las tijeras detrás de su espalda.

—No parece que solo estuvieran hablando. Faby, ¿qué sucede? —preguntó José Luis, mirando a Faby con preocupación.

FABYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora