Padres de Hierro

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En la casa de muros altos, 
donde el sol apenas toca el suelo, 
dos sombras se alzan como reyes, 
padres de hierro, de mirada dura, 
su voz es la ley en un reino sombrío, 
donde los sueños se ahogan en el silencio.

Ella, flor en un jardín de espinas, 
susurros de sueños, deseos callados, 
cierra sus alas bajo el cielo gris, 
su voz perdida en el eco del silencio. 
Cada paso que quiere dar, 
cada vuelo que ansía emprender, 
se rompe en cadenas invisibles, 
en órdenes frías como el invierno.

Sus ojos, dos lagos de tristeza, 
miran la ventana cerrada, 
anhelan el mundo más allá, 
donde los suspiros son libres, 
donde las estrellas narran cuentos 
de libertad y de esperanza.

Pero los reyes dictan el destino, 
cortan sus raíces, limitan su ser, 
ella es un pájaro en una jaula dorada, 
sus alas cortadas, su canto silente, 
cada anhelo es una mariposa muerta, 
cada esperanza, una flor marchita.

En noches de luna llena, 
sus lágrimas escriben poemas en la almohada, 
versos de dolor, de un alma cautiva, 
que solo desea volar y vivir, 
soñar con un cielo sin límites, 
con un horizonte sin barreras.

El corazón late en un compás de pena, 
los días pasan en una lenta agonía, 
y en el reflejo del espejo, 
ve a una niña que ya no es ella, 
una sombra de lo que fue, 
un suspiro atrapado en el tiempo.

El amor se confunde con cadenas, 
la protección se convierte en prisión, 
y la niña, flor en un jardín de espinas, 
se marchita en la sombra de sus padres, 
su risa es un eco distante, 
su alegría, un recuerdo perdido.

Cada "no" es un clavo en su corazón, 
cada regla, una soga apretada, 
y sus días se llenan de sombras, 
sus noches, de silencios largos, 
el peso de un destino impuesto, 
la tristeza de un alma en cautiverio.

Sueña con correr bajo la lluvia, 
con sentir el viento en su rostro, 
con vivir sin miedo, sin límites, 
sin el yugo de sus guardianes, 
pero sus sueños se disuelven al alba, 
como niebla en la luz del día.

En la soledad de su cuarto, 
habla con las estrellas, 
les cuenta sus secretos, 
les confía sus deseos, 
ellas escuchan en silencio, 
brillando con una tristeza compartida.

Sus padres, reyes de un reino helado, 
no ven las lágrimas en sus ojos, 
no oyen el grito en su pecho, 
el clamor de un alma herida, 
la niña se desvanece en la sombra, 
un susurro en el viento, un lamento callado.

El amor que la protege, 
también la ahoga lentamente, 
y en su pecho, una llama débil 
parpadea, luchando por sobrevivir, 
en un mundo donde las rejas son invisibles, 
pero el dolor es demasiado real.

Sueña con un futuro donde sea libre, 
donde sus decisiones sean suyas, 
donde pueda volar alto y lejos, 
sin el peso de los ojos vigilantes, 
pero en su realidad, los días son grises, 
y las noches, un abismo sin fin.

Ella es un cuadro de tristeza, 
un poema de dolor en movimiento, 
cada paso, un suspiro, 
cada respiro, una batalla, 
y en la noche, cuando el mundo duerme, 
sus lágrimas caen como lluvia silenciosa.

Los años pasan, la niña crece, 
pero su espíritu sigue encadenado, 
su corazón, una jaula de suspiros, 
su vida, una canción sin melodía, 
y en sus ojos, un mar de tristeza, 
reflejo de un alma en agonía.

Los padres no ven el daño, 
no sienten el peso de su poder, 
sus palabras son leyes inquebrantables, 
sus decisiones, sentencias de hierro, 
y la niña, en su silencio, 
sueña con un amanecer de libertad.

Un día, quizás, encontrará su voz, 
romperá las cadenas que la atan, 
alzará el vuelo hacia el cielo, 
donde sus sueños puedan florecer, 
pero hasta entonces, 
vive en la sombra, 
una flor en un jardín de espinas, 
una niña con un alma en prisión.

Poemas de un solitario poetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora