𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 39

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Todo el viaje se había convertido en una persecución, el pelinegro aceleraba el vehículo y cruzaba las calles sin tomar en cuenta las señales de tránsito.

Finalmente llegaron a una carretera intransitada, los secuaces aún los seguían por detrás pero se encontraban bastante alejados.

— Quedan 15 minutos para la media noche, debemos resistir un poco más — alertó Minseok al pelinegro.

Inesperadamente este frenó el vehículo en seco, aturdiendo a todos en el interior.

— ¡¿Por que frenaste?! — reclamó el ente rubio.

— Ese hombre se metió en el camino — señaló al sujeto de capa en medio de la avenida.

Sus ojos de fuego resaltaban aún con la capucha sobre su cabeza.

— Es el mismísimo lucifer — atinó el agente temeroso.

— ¿Qué hacemos? — consultó JongDae igual de asustado — ¿lo atropello?

— No podemos hacer nada — se rindió Yeol captando que estaban completamente rodeados, no existía una forma de huir.

Un par de hombres oscuros se acercaron al vehículo e indicaron con una seña que todos salieran por las buenas y así lo hicieron.

Rápidamente fueron reducidos y obligados a arrodillarse en frente del ser del Inframundo a excepción de Suho.

Este fue arrastrado por un hombre más alto y llevado por la fuerza hasta su padre quien lo esperaba con una sonrisa siniestra.

— ¡No te atrevas a tocarlo! — escuchó de Sehun, lamentablemente este se encontraba herido y capturado por sus secuaces.

El pelirrojo sintió las frías manos de su padre pasar por su rostro, su estómago se apretó por el toque y su corazón comenzaba a bombear a una velocidad increíble.

— Has crecido tanto pequeño — sus palabras no hacían más que atemorizarlo — Experimentaste una vida llena de alegrías y virtudes, finalmente es hora de recompensarme con tu juventud.

— Por favor no — suplicó, algunas lágrimas comenzaban a resbalar por su rostro producto del miedo.

— No llores — disolvió sus lágrimas con sus desgastados dedos — Deberías estar más que agradecido por tener el privilegio de ser mi hijo.

— Mi señor, ya es hora — avisó uno de sus secuaces elevando con sus brazos una caja dorada dónde yacía una daga filosa de tres puntas.

— Ha llegado el momento — decretó el ser superior tomando el arma con sus manos.

— ¡No porfavor!, ¡Sehun! — llamó desesperado, el hombre detrás suyo era demasiado fuerte y le era imposible escapar.

— ¡Suho! — forcejeó el peliplateado — ¡Déjalo maldito!.

El rey del infierno elevó la daga hacía el cielo, dónde la luna roja iluminó dejando un resplandor sobre esta.

El pelirrojo cerró los ojos esperando su destino cuando de pronto sintió una fuerte brisa pasar por su derecha.

Intrigado volvió a abrir los ojos y se encontró con la mirada enfurecida del superior. La daga ya no se encontraba en sus manos y la brisa era nadie más que Kai manifestado en su verdadera forma, con sus ojos adquiriendo un peculiar tono rojizo.

— ¿Necesitas esto? — elevó la daga al aire.

— Tienes el descaro de venir a defender a estos traidores, ¿dónde quedó el hombre lleno de odio y desprecio que creé?, has dejado que estos te consuman — reclamó.

— No he venido por ellos, vine por tí — señaló antes de alzarse sobre el aire  con las manos extendidas — te llevaste algo mío, ¡Y yo destruiré tu reinado a cambió!

Varios secuaces se acercaron para atacar pero el superior pidió que no se entrometieran.

— Soy tu creador, te salve de la muerte... te di una nueva oportunidad para vengarte, ¡¿es así como me pagas?!.

— Jamás debiste elegirme — inició su ataque con un giro sobre si mismo, sus enormes alas emitieron un fuerte vendaval que se llevó consigo varios cuerpos.

El superior fue ligeramente removido por este ataque, enfurecido por esto avanzó hacía el Demonio con intención de responder de la misma forma.

Kai aprovechó su cercanía para intentar incrustar la daga en su pecho pero este frenó su ataque con una mano y empezó a torcerla en su dirección.

— Pagarás por tu traición con tu destierro — amenazó.

La daga estaba cerca de su pecho, su fuerza no era comparada a la de lucifer, sus dos manos se aferraron al filo de la navaja en un intento de revertir el ataque pero era imposible.

— ¡Kai! — Exclamó el ente rubio alarmado.

De pronto el mencionado soltó el arma y dejó que está lo apuñalara, sus pies se tambalearon y cayó de rodillas sobre el suelo.

— Eras mi mayor orgullo — admitió Lucifer.

Entre todo el silencio el azabache comenzó reír descaradamente, elevó la vista con una expresión bastante lunática y burlona.

— ¿Cuál es la razón de tu hilaridad? — comentó lo que todos los presentes querían saber, inesperadamente Kai cambió su expresión por seriedad— Tu tiempo se ha terminado — afirmó.

El superior observó alarmado el como sus manos comenzaban a desintegrarse y toda su piel se desmoronaba en pedazos.

— ¡No! — desesperó cuando su cuerpo comenzaba a caer — ¡Volveré por ti! — decretó antes de desaparecer dejando únicamente su capa negra cubierta en polvo.

Sus secuaces liberaron a todos y huyeron de la escena luego de perder a su líder.

— Kai — se acercó el pelirrojo al ver que esté estaba herido.

— ¡Suho no te le acerques! — ordenó el peliplateado — Es peligroso en este estado.

Kai se levantó con dificultad y observó con los ojos gélidos al pelirrojo antes de desaparecer del lugar.

🔹🔹🔹

Los días pasaron, convirtiéndose en semanas y luego meses, para el azabache estos parecían siglos.

Observó el sol esconderse una vez más desde la ventana, dejándolo en completa oscuridad nuevamente, bajo los intactos muebles y repisas pertenecientes a la habitación del menor.

Jamás dejó de frecuentar aquel lugar, así como tampoco permitió que alguien removiera cualquier cosa de este.

Para nada asistió al funeral organizado por los familiares de KyungSoo, por qué aquella caja se encontraba vacía y sin sentido, así como la razón de su existencia.

Yeol no paró de buscarlo durante todo este tiempo, había perdido contacto con todo.

Su rutina sin propósito constaba de recorrer una y otra vez la habitación del castaño hasta sentirse satisfecho, rebuscar entre su armario las prendas que esté solía usar frecuentemente.

Sabía que esto solo le traería más dolor, pero era inevitable, lo necesitaba, más de lo pensó necesitar alguien.

Hoy nuevamente rebuscó entre las prendas encontrando una de las sudaderas que el menor se colocaba habitualmente.

Observó su reflejo desde el espejo, viéndose tan débil y derrotado.

Kai.

Escuchó la voz del menor susurrarle delicadamente, giró sobre si buscando la razón de aquello.

La habitación se mantenía fría y desolada, esto tenía que ser un delirio suyo.

Volvió su atención al espejo, dónde inesperadamente encontró el reflejó de KyungSoo en lugar de el suyo.

— Kai — habló con un tono cálido — sálvame — su expresión cambió rotundamente por una llena de dolor y desesperación.

— KyungSoo — reaccionó alarmado y este desapareció de inmediato — ¡Nonono espera! — se apegó al cristal sin comprender que había sido todo eso.

𝐄𝐋 𝐏𝐑𝐀𝐊𝐋𝐎𝐎  ❝𝙺𝚊𝚒𝚂𝚘𝚘❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora