Capitulo Diez | Consejos que nadie te pidio

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La noche siguiente, Dulce y Christopher se encontraban en la casa de Aurora, una amiga cercana de Dulce que había organizado una cena para todos. La anfitriona había preparado una comida deliciosa y había decorado el lugar con esmero, creando un ambiente acogedor para una noche de convivencia entre amigos.

A pesar del ambiente alegre y relajado, la tensión entre Dulce y Christopher era evidente. La cena había sido marcada por una extraña formalidad. Aunque intentaron comportarse como una pareja feliz, la incomodidad y los recuerdos del beso inesperado seguían frescos en sus mentes.

— Todo está delicioso, Aurora —dijo Christopher, tratando de mantener la conversación ligera mientras servía su plato—. Has hecho un gran trabajo.

— Gracias, Christopher —respondió Aurora con una sonrisa—. Me alegra que te guste. Dulce siempre dice que eres un gran apoyo para ella.

Dulce, sentada frente a Christopher, miró hacia el lado con una mezcla de nerviosismo y esfuerzo por mantener la calma. El beso que habían compartido había añadido una capa de complejidad a su relación, y aunque intentaban mantener las apariencias, había una distancia palpable entre ellos.

Durante la cena, Esmeralda, que estaba sentada junto a Dulce, aprovechó el momento para ofrecer sus consejos no solicitados. Su actitud estaba claramente motivada por su frustración y celos hacia la situación.

— Dulce —comenzó Esmeralda con un tono que buscaba ser comprensivo—. Quiero darte un consejo sincero sobre tu relación con Christopher. Es importante que te asegures de que no te deje por alguien más.

Dulce alzó una ceja, sintiendo que el comentario estaba cargado de intenciones. Intentó mantener una sonrisa mientras respondía.

— Gracias por tu preocupación, Esmeralda. Pero, sinceramente, no creo que necesite consejos sobre mi relación. Creo que estoy manejando las cosas a mi manera.

— Lo que quiero decir —continuó Esmeralda, sin dejar de hablar— es que a veces no somos lo que los hombres buscan. Y si no estás segura de lo que él quiere, podría buscar a alguien más que le ofrezca lo que necesita.

Dulce sintió un aumento en la incomodidad. Sabía que Esmeralda estaba hablando desde un lugar de celos y frustación, y su paciencia estaba comenzando a agotarse.

— Esmeralda, esos son consejos que nadie te ha pedido —dijo Dulce con firmeza—. Estoy en esta relación por mis propias razones, y no necesito que me digas lo que debería hacer o cómo debería sentirme.

Esmeralda, visiblemente sorprendida por la respuesta directa de Dulce, se quedó en silencio. La tensión entre ellas se hizo más palpable, y los demás en la mesa notaron el cambio en el ambiente.

Christopher, que había estado escuchando la conversación, miró a Dulce con una mezcla de admiración y preocupación. Aunque no estaba del todo seguro de cómo manejar la situación, estaba claramente afectado por la forma en que Esmeralda se estaba comportando.

— Bueno, creo que todos hemos tenido un día largo —dijo Christopher, tratando de cambiar de tema—. ¿Qué tal si seguimos con la comida y dejamos estos temas para otro momento?

Aurora, notando la incomodidad en la mesa, asintió y trató de redirigir la conversación hacia temas más ligeros. El grupo intentó relajarse y disfrutar de la cena, pero el ambiente seguía cargado con la tensión que había surgido.

Al final de la noche, Dulce y Christopher se despidieron de sus amigos, agradeciendo a Aurora por la cena. Mientras salían de la casa, el silencio entre ellos era notable.

— Lo siento por lo de Esmeralda —dijo Christopher, rompiendo el silencio mientras se dirigían al coche—. No era mi intención que la noche se volviera incómoda.

— No te preocupes —respondió Dulce—. Sabía que Esmeralda estaba enojada y que intentaría causar problemas. Solo necesitaba poner límites.

Una vez en el coche, Dulce y Christopher se miraron, sintiendo la complicidad de haber superado otra situación incómoda juntos. Aunque su relación seguía siendo parte de una farsa, la manera en que se habían apoyado mutuamente durante la noche había reforzado su conexión.

— ¿Qué hacemos ahora? —preguntó Christopher, mientras arrancaba el motor del coche.

— ¿Qué te parece si vamos a tomar un café y hablamos de cómo estamos manejando todo esto? —sugirió Dulce—. Podría ser bueno hablar sobre nuestras propias percepciones y ajustar nuestro enfoque.

— Suena bien —dijo Christopher—. Vamos a hacerlo.

Mientras conducían hacia una cafetería cercana, ambos sintieron una nueva perspectiva sobre su relación. Aunque las complicaciones seguían presentes, estaban empezando a enfrentarlas juntos, y la autenticidad de su conexión estaba comenzando a salir a la superficie, incluso en medio de la farsa que habían creado.

 Aunque las complicaciones seguían presentes, estaban empezando a enfrentarlas juntos, y la autenticidad de su conexión estaba comenzando a salir a la superficie, incluso en medio de la farsa que habían creado

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