Capitulo 1

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Daemon Targaryen volvía a tener las manos manchadas de sangre, pero esta vez no había sido a causa de las guerras y batallas que tanto frecuentaba. La sangre escarlata que ahora portaba en sus manos era la de su actual esposa, la cual había llegado a odiar. Jamás se habría casado con aquella mujer, pero Alysanne, su abuela, había arreglado aquel matrimonio.

El príncipe canalla tomo la sabana de la cama con dosel que adornaba su habitación, y limpió sus manos, intentando eliminar la sangre de ellas, pero la tarea era inútil y lo sabía.

Se puso de pie, alejándose del cuerpo tendido de su esposa, la cual seguía derramando sangre por la herida en su cuello. Daemon la observo, y no sintió ningún tipo de remordimiento. Sabía que se lo merecía.

Tomo de la cama el acolchado de pluma y lo coloco en el suelo, para luego tomar el cuerpo inerte de Lady Rhea Royce. Limpio el charco de sangre con la sabana, para luego arrojarla sobre el rostro de la mujer, la cual aún tenía los ojos abiertos, con el temor de la muerte impregnado en sus ojos.

Escupió sobre su cuerpo antes de envolverla. Debía deshacerse de ella pronto.

Salió de sus aposentos, cerciorándose que ninguna criada o guardia estuviera cerca. Cuando lo hubo comprobado entro para tomar el cadáver de la heredera de Piedra de las Runas.

Daemon era un hombre grande y fuerte, por lo que no le costó demasiado cargar con el cuerpo hasta el acantilado que costeaba el castillo, allí ato una pesada roca al bulto para evitar que esta volviera a las costas.

No hubo palabras de arrepentimiento, ni llantos para la difunta. Daemon solo profirió odio cuando la lanzo a las tormentosas aguas.

–Púdrete zorra de bronce. –y sin quedarse a mirar como las profundidades se tragaban el cuerpo, volvió al castillo.

Sabía que todo su cuerpo estaba manchado con la sangre de la mujer que más había odiado en su vida, por lo que fue a sus aposentos, donde se desprendió de su ropa, la cual incinero en la chimenea. Luego tomo un pañuelo de uno de los cajones y lo humedeció con el agua que reposaba en una jarra, y limpio sus manos y rostro. Al terminar se vistió con una simple camisa blanca y unos viejos pantalones.

Cuando se aseguró que todo estaba en orden, salió rumbo a los aposentos de la pequeña Daenerys.

Al entrar la encontró durmiendo en su pequeña cuna de roble blanco. La niña sonreía en sueños, ajena a todo lo que ocurría a su alrededor.

Daemon la observo, y no cabía duda alguna que por las venas de esa niña corría la sangre Targaryen. Sus cortos cabellos eran iguales a los suyos, y sus grandes ojos tenían el color que identificaba a casi todos los portadores de la sangre del dragón, el violeta.

El príncipe acaricio la mejilla sonrosada de la pequeña, no pudiendo evitar que se le escapara una pequeña sonrisa. Jamás creyó que todo su mundo giraría en torno a una niña, pero ahí estaba él, dando todo por poder ver siempre aquellos ojos violetas.

La puerta de la habitación se abrió, ingresando la criada que se encargaba de los cuidados de la pequeña.

–Disculpe señor, venía a ver que estuviera bien la pequeña. –Rhea había ordenado que no se le diera el título de princesa pero Daemon cambiaria eso.

–Agradecería que a partir de hoy se refirieran como Princesa cuando hablen de mi hija. Ese es su título. ¿Entendido? –la criada asintió. Sabía que Lady Rhea había ordenado lo contrario, pero le temía a Daemon, por lo que no se negaría a su petición. –Ella está bien, puedes ir a descansar, me quedare esta noche aquí. –aquello no le pareció raro a la criada, sabía que Lady Rhea y Daemon jamás compartían los aposentos. Las últimas noches el príncipe había dormido en la habitación de Daenerys para protegerla, aunque los criados y guardias desconocían el porqué.

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