Daenerys había abandonado el gran comedor sin haber podido comer casi nada, por lo que decidió quedarse en una de las torres del castillo hasta que todos estuvieran en sus camas, y entonces asaltaría la cocina. Apoyo sus brazos sobre la ventana, observando hacia el horizonte. Pensaba en como estaría su tierra, y en como estaría Caraxes en Dragonstone. A pesar de no ser su jinete, no podía negar que amaba a ese dragón.
Sabía que ella debía estar al lado de su padre y Rhaenyra, pero no podía evitar sentirse ajena todo.
–Debí quedarme en Dragonstone. –quizás cuidando de Caraxes y Syrax hubiera estado más tranquila. Prefería lidiar con dragones que con personas.
–Agradezco que no lo hayas hecho. –Daenerys llevo su mano a su muslo, dispuesta a sacar su daga, aquella que su padre le había regalado, y que siempre portaba. Pero se quedó a medio camino cuando vio quien era el que la había sorprendido.
–Aemond. Debes dejar de aparecer así. –temía terminar apuñalándolo al no reconocerlo.
–Lo siento, no quise asustarte. Necesitaba verte. –el príncipe sabía que si no hablaba con ella, no podría conciliar el sueño.
–Bien, ya me has visto. Si me permites me iré a descansar. Mañana temprano volveremos a Dragonstone. –no quería tratarlo de aquella manera, pero no podía estar con una persona que no confiaba en ella. Creía que mantener distancia seria lo apropiado. Pero en cuanto paso al lado de Aemond, este la detuvo tomándola suavemente de la mano.
–Espera. –le dijo, para luego llevar su mano hacia sus labios, donde deposito un casto beso sobre esta. Daenerys sintió como su mano ardía.
Aemond acaricio su mejilla con su mano derecha, mientras con la otra se desprendía el parche. Daenerys sabía que el príncipe estaba desnudando su alma frente a ella. Aquellos miedos que Aemond tanto temía, serian expuestos.
En cuanto aquel trozo de cuero fue retirado, Daenerys observo una joya, una joya en la cuenca de su ojo.
–Es un zafiro... –susurro la muchacha, y no pudo evitar llevar su mano hacia la cicatriz que empezaba en la mejilla del príncipe.
–Recordaba que era tu piedra favorita. –Daenerys sonrió. No le parecía para nada terrorífico el rostro de Aemond.
–Prométeme que cada vez que nos veamos, dejaras de usar ese estúpido parche. –aquellas palabras inundaron de alegría el corazón de Aemond. Todos sus temores desaparecieron, y todo lo que había en él era deseo. Quería besarla, tocarla, acariciar cada centímetro de su cuerpo.
– ¿No te asusta? Todas las mujeres que han visto mi ojo... –Daenerys lo interrumpió.
–No me importa lo que hayan dicho o hecho otras mujeres, y tampoco quiero saber en qué situación lo vieron. Lo único que me importa es que ahora te veo a ti. Veo a Aemond Targaryen. –y aquello fue suficiente para que Aemond tuviera el valor de besarla.
La tomo de la cintura y la acerco, llevando sus labios hacia los de ella. Daenerys no necesito que pidiera permiso. Lo beso, y abrió su boca dándole la bienvenida a la lengua cálida de Aemond. Jamás la habían besado, pero podía jurar que aquel era el beso más perfecto que jamás podría haber recibido. Aemond llevo su otra mano a su cuello para intensificar el beso, pues quería más. Sentía la necesidad de fundirse en ella, de poseerla de todas las formas imaginables.
Daenerys tenía ambas manos sobre el pecho de Aemond y podía sentir lo desenfrenado de su corazón. Ambos corazones estaban estallando de deseo.
Aemond sabía que no podía ir demasiado lejos, pero solo quería tocar su piel, pues durante años se había preguntado qué tan suave seria esta. Llevo su mano hasta su muslo, pero algo lo detuvo. Se separó unos centímetros sonriendo.
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Blood and Dragons
FanfictionDaenerys Targaryen, hija de Daemon Targaryen, el Principe Canalla y Lady Rhea Royce, heredera de Runestone. Nacida en el año 111 D.C., años antes de que se desatara la Danza de los Dragones. "Locura y grandeza son dos caras de la misma moneda y cada...