Capítulo 2; Enero

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A Lisa le gustaba la cervecería. Le gustaba lo tranquilo que era cuando conducía hasta allí y abría el edificio los días en que Irene quería dormir hasta tarde. Le gustaba que fuera más ruidosa cuando todos los demás entraban a trabajar, cuando las máquinas zumbaban y los invitados llegaban para las degustaciones.

Le gustaba trabajar con Irene, que a menudo la hacía reír tanto que le dolía el estómago, y disfrutaba hablando de cerveza. Era algo que realmente le interesaba.

Pero no le encantaba. No era algo que le despertara las ganas de levantarse por la mañana. No era su pasión. Era sólo un respiro. Era un lugar para hacer una pausa.

Irene le había ofrecido una salida de su antigua vida, una forma de escapar del dolor que había experimentado. Le había ofrecido un santuario, y Lisa no lo daba por sentado.

─ Llevaré al grupo al jardín, ¿te encargas de los que vienen sin cita? ─ preguntó Irene, dejando en el bar una bandeja con jarras de cerveza vacías.

─Me parece bien, ─ aceptó ella, que ya empezaba a colocar los vasos vacíos en el pequeño lavavajillas que había detrás de la barra.

─ ¿Todo va bien? ¿Disfrutando de tu tiempo aquí? ─ le preguntó Irene mientras se alejaba de la barra con algunos menús en la mano.

─Sí, me gusta mucho este sitio, ─ aseguró Lisa, dedicándole una sonrisa a su amiga.

─Pink Tip's Taps es inigualable, ─ sonrió Irene antes de darse la vuelta para salir al jardín de cerveza al aire libre.

─Eso seguro, ─ dijo Lisa riendo.

Cogió un pulverizador y un trapo para limpiar la última mesa abandonada, roció la superficie con el líquido y luego la limpió.

─ ¿Eres camarera hoy? ─ sonó una voz dulcemente divertida desde la puerta principal.

─No estoy segura de lo que soy, pero sin duda puedo ser camarera para ti, ─ Lisa se rió, su sonrisa aumentó al reconocer la dulce voz.

Jennie se dejó caer en un taburete y observó a Lisa pasar de la mesa a la parte de atrás de la barra.

No había visto a Lisa desde Nochebuena. Después de un gracioso e incómodo 'ha sido divertido, feliz Navidad', se había marchado del apartamento de Lisa a medianoche. Y desde entonces no había vuelto a ver a la pelinegra que le hacía cuestionarse si era posible afirmar que 'ser increíblemente buena en la cama' era un superpoder.

Nunca admitiría haber pasado por la cervecería de Irene unas cuantas veces desde que empezaron las clases semestrales, con la esperanza de volver a ver a Lisa. Nunca admitiría que se sintió ligeramente decepcionada cuando no se encontró con ella. Nunca admitiría estar absolutamente encantada de atravesar las puertas hace unos minutos y ver a Lisa justo ahora.

Los doce meses de navidad | JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora