Capitulo 19

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No tenía conciencia del tiempo. Podría haber sido segundos, minutos u horas que Lisa se sentó en el suelo conmigo. Ella no estaba diciendo nada a excepción de unas pocas palabras de consuelo diciendo que ella estaba ahí para mí. Dejarlo ir fue muy difícil al principio, pero en un cierto punto no fui capaz de mantenerlo más tiempo. 

A Lisa no parecía importarle que estuviera empapando su camiseta con mis lágrimas. Sus delgados brazos estaban envueltos apretadamente alrededor de mí mientras yo sollozaba en silencio. Era muy agotador ahogar mis sollozos, y sentí mi pecho agitarse laboriosamente con cada respiración. No podía recordar haber llorado tanto alguna vez, pero estaba llorando lágrimas retenidas. El dolor y la tristeza que se había acumulado durante muchos años parecían aplastarme,  haciéndome incapaz de detenerme aunque me sentía humillada. Poco a poco recuperando la compostura, tomé un par de respiraciones muy profundas e inhalé el aroma del shampoo de la centrocampista izquierda inadvertidamente. 

La familiaridad de ese olor me tranquilizó aún más. Cerré los ojos y me volví más consciente de mi entorno de nuevo lo queme llenó de una gran vergüenza. No era así como quería que alguien me viera; especialmente Lisa que tenía sus propios problemas familiares. Me aparté y rápidamente sequé las últimas lágrimas de mi cara, decidida a no encontrarme con los orbes marrones que sabía que estaban centrados en mí.

-Yo...lo siento mucho.- mi voz estaba ronca y casi se quebró.

-¿Por qué?.- preguntó en voz baja y rozó el costado de mi cara con su mano.

-Por esto...no sé qué me pasó.- mantuve mis ojos fijos en el suelo, haciendo caso omiso de su afecto, con la esperanza de calmarme.

-No tienes que pedir disculpas en absoluto.- sonaba genuina pero sacudí la cabeza al instante.

-Esto es vergonzoso.- me burlé amargamente y tragué con dificultad.

-No, no lo es.- Lisa no estuvo de acuerdo con más severidad y dejó caer su mano para ponerla sobre la mía.

-Debería salir a la calle y dar un paseo o algo así.- mis instintos me dijeron que debía escapar de la situación, pero la más joven apretó mi mano con firmeza.

-No te vayas, por favor.- suplicó. -Está bien, de verdad. No tienes que estar avergonzada. Me he desmoronado delante de ti un par de veces, y no me acuerdo que tú hayas pensado que eso haya sido vergonzoso. ¿Por qué habría de pensar eso de ti, entonces?

-Debido a que esta no soy yo.- argumenté y finalmente miré hacia un lado para mirarla a los ojos.

-¿No eres tú?.- cuestionó cuidadosamente.

-No soy débil.- enfaticé y la vi levantar las cejas ligeramente.

-Nadie te dijo que lo eras.- su mano entrelazó nuestros dedos mientras hablaba en voz baja. -Pero incluso si lo fueras, no hay nada de malo en necesitar un poco de ayuda a veces.

L-75Donde viven las historias. Descúbrelo ahora